Stabat Mater

 

Camilo Valverde Mudarra

 

Admonición

Estaban en pie junto a la cruz, María, y otras mujeres. 

"Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo que Él amaba, dijo a su madre: "Mujer, he ahí a tu hijo". Luego dijo al discípulo:"He ahí a tu madre". Y desde aquel momento el discípulo la recibió consigo" (Jn 19,25).

Jesucristo, al morir, siente una gran pena por su madre, que se queda sola, sin su único hijo. Como pudiera suceder a cualquier hijo del mundo; Él es Dios y hombre. Y se la encomienda al discípulo amado. Es un acto solemne, un acto testamentario en la hora suprema de la muerte, de un significado infinito y trascendental para la historia del cristiano. Ella, desde ese momento, será su madre, Madre espiritual de él y de todos, pues en el discípulo estamos representados todos los hombres. Ahí, en esa magnánima entrega empieza definitivamente la función de la Virgen Santísima como madre de todos los hombres y como medianera universal de todas las gracias.

Dice Jesús en San Juan 14, 7: "Lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré". Y lo que le pidamos por medio de María, la Madre, ¿lo negará? No tendrá más remedio que hacerlo, a su madre no le puede negar nada. "Hijo, no tienen vino" -le dice- y, aunque le contesta con alguna protesta, Ella pasándola por alto, les dice: "Haced lo que Él os diga". Y, ya sabemos, convirtió las seis ánforas de cien litros de agua en el mejor vino. 

Ella, la Virgen María, silenciosa como en todo el Evangelio, pero con esa finura e intuición de las mujeres, se dio cuenta de la situación y se adelantó para evitar la vergüenza a los esposos; y acudió a Jesús. Acudamos nosotros también a Él todos los días por medio de Ella. 

Tengámosla siempre de invitada con nosotros; si Ella está con nosotros nada que necesitemos nos va a faltar. Intuirá nuestras necesidades y le dirá: Jesús, que éste no tiene vino, que necesita de tí. Y Él no se podrá resistir a la petición de María y llenará las ánforas de nuestras faltas con las virtudes que no tenemos.

No nos apartemos nunca de la Madre Santísima y digamos con Santa Isabel: ¡Llena eres de gracia! ¡Bendita tú eres entre todas las mujeres!

Amigos, hermanos, hijos de María, amad a la Madre.