La Madre, la mejor y Selecta Flor

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

 

María había respondió libremente a los designios de Dios, y José  con gran respeto hacia ella, en quien el Espíritu Santo ha obrado grandes cosas, deja todo en las manos de Dios. Así fue que en el momento decisivo, se le apareció en sueños un ángel del Señor y le dijo: No temas recibir en tu casa a María, tu esposa" (Mt 1,20). José, no es el padre carnal del hijo de María, él recibe la misión de hacer de padre a Jesús. José, acogiendo la voluntad de Dios, actúa como esposo de María y como padre legal de Jesús. 
 
En José, encontramos un hombre sencillo, de gran respeto, humilde, que supo acoger en secreto este misterio de la acción de Dios en María y así fue que el hizo lo que el ángel del Señor le había mandado, recibir a su esposa, respetarla, cuidarla, acompañarla siempre y participar del nacimiento del Hijo. 
 
Pero Maria de Nazaret, también es una mujer sencilla, campesina, y digo llena de sabiduría, no por mucho leer o aprender, porque sabiduría es sabor, y quien a probado el sabor de la presencia de Dios, se llena de sabiduría, ahora la amada,  favorecida, y en cinta en espera del Hijo de Dios. 
 
María se mira así misma, ella fue mujer conciente, de forma libre asumió esta responsabilidad ante Dios, respondiendo ante El, con todo su yo humano, femenino, en la misión más importante encomendada por Dios a una persona  y cuenta con un esposo que la respeta, cree y confía en ella. 
 
Solo Dios sabe porque y para que y como de que  manera enteramente libre actúa para escoger a la madre de su Hijo, de entre tantas mujeres, “bendita es entre todas la mujeres”.  
Que gran orgullo para la Joven María , mujer del pueblo Judío, de un pueblo pequeño como Nazaret, de la región de Galilea, sin riquezas, y viviendo bajo la ocupación romana. Esta mujer campesina que expresa "Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque se ha fijado en su humilde esclava" (Lc. 1,46-48-49), nos enorgullece que sea nuestra amada madre, y nos contenta que sea una mujer de pueblo, y humilde, es por todo esto por lo que María da tanta confianza a los pobres para expresar sus penas y sus alegrías, ella nos conoce. 
 
Ahí esta Maria, preparando su ropa, la de su hijo que pronto va nacer y la de su esposo, hay que ir a Belén para asistir al censo, el viaje será agotador, por caminos desérticos, pero la confianza en Dios Padre, y el deseo de someterse a la voluntad de El, le permite hacer su preparativos con alegría, buena ocasión para catarle a Dios, Salmos de Alabanzas. 
Mientras José, su leal y tierno esposo, prepara el asno, noble animal que a paso suave llevará sobre si a la Joven Virgen Madre, por cerros y quebradas, prepara la montura lo mas suave posible, ata algunos botijos con agua, carga algunos dátiles y otro frutos para el camino. 
 
¡Vamos María!, exclamo José, al entrar a buscarla, y agregó, ¿estas dispuesta a este duro viaje?, María, siguiendo esa inspiración divina tan especial, asienta con su cabeza la aprobación de partir. 
 
José, lamentándose un poco por el sacrificio que tendrá que hacer su esposa embarazada, comenta, Maria, tenemos que obedecer el decreto de César Augusto que ordena un empadronamiento general, allá vamos. 
 
El empadronamiento, había atraído a multitud de extranjeros a Belén, María y José sufrían las consecuencias de tanto visitante y no encuentran alojamiento, pero hay que encontrar un lugar para descasar, y proteger a María por avanzado embarazo, así, fue como llegan a alojarse en una gruta que servía de refugio para los animales. 
 
En una de esas noches, "Estando allí, se cumplieron los días de su parto" (Lucas 2:6); alrededor varios pastores “estaban velando las vigilias de la noche sobre su rebaño" (Lucas 2:8). José fue por una comadrona y elementos de ayuda, y luego regreso junto a su amada, tomo un paño, y secó el sudor de su esposa y le entregó su confianza como esposo, y rezo para pedir a Dios protección.  
Algo especial se notaba de nuevo en esa noche, las estrellas entregaban todo su resplandor, entre ellas había una que se destacaba mas que las otras, de pronto el viento dejo de ulular, se oía el silencio, Maria recordó el día en cual se le presento el Ángel, por su parte José, se apoyaba en su vara y recordaba como salio la paloma de entre otras que no era la suya, y presintiendo la presencia de Dios, elevo su mirada al Cielo, como buscado hablar con el Padre, para ratificar su lealtad y fidelidad. 
 
Las manos de José terminaban de preparar con la paja de los animales un humilde pesebre, cuando escuchó el llanto del niño recién nacido, entrelazo los dedos junto a su pecho como tratando de calmar los latidos del corazón, y se acerco a Maria, su joven y Virgen esposa, quien cansada como toda mujer que ha tenido un parto, pero sin ninguna muestra de dolor y debilidad, ella con ese don de su condición femenina y de Madre, le sonríe, y le enseña al Hijo. 
 
Después de dar a luz a su Hijo, María "le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre" (Lucas 2:7). 
 
Mientras José y Maria, contemplaban al niño, se oyeron unas voces que se acercaban, y unos pequeños borregos que balan, eran los pastores que hacía vigila en los alrededores cuidando su rebaño. 
 
Mira, mira es un niño exclamo al llegar un pastorcillo cerca, las candelas de la gruta alumbraban intensamente, y el resplandor que había casi los encandilaban. 
 
Es una noche de Jubilo exclamo alguien casi cegado por la luz, me invade una alegría desmesurada dijo otro. 
 
Pasados ocho días, Maria y su esposo, llevaron al Recién nacido a la Sinagoga para proceder a la circuncisión, y le dieron el nombre de Jesús. 
 
María había comenzado a cumplir ahora su rol de Madre, entregando toda la natural ternura de mujer madre a su Hijo, preocupándose de la alimentación, de la muda y de cariño al recién nacido. 
 
Como te siente, pregunto José, muy bien, le responde María, y agrega, he observado que esa estrella que esta al oriente, brilla y brilla mas que todas las otras, así es le responde José, pero nada brilla tanto como el Niño, y tu estas bellísima, eres la mas hermosa flor del jardín del Señor, ella sonríe, mira al niño, luego a su esposo diciendo gracias José, adoremos al Hijo de Dios. 
 
Arrodillado junto al Niño se encontraban José y María, cuando se escucho la llegada de visitantes, alguien dijo ¡son reyes de oriente!, ¡vienen a adorar al recién nacido! , ¡son tres y le traen regalos! 
 
Maria y José, sabían que toda madre judía de un varón hebreo tenía que presentarse cuarenta días después de su nacimiento para su purificación legal, costumbre judía, el primogénito tenía que ser presentado en esa misma ocasión, ellos acataron la ley, y como pobres en vez de ofrecer un cordero, presentaron el sacrificio de los pobres, este consistía en un par de tórtolas o de pichones. 
 
Terminaban los ritos de la ceremonia, cuando sorprendido Simeón toma  al Niño en sus brazos y da gracias a Dios por el cumplimiento de sus promesas,  hace una llamada de atención sobre la universalidad de la salvación que iba a venir a través de la redención mesiánica "la que has preparado ante la faz de todos los pueblos; luz para iluminación de las gentes y gloria de tu pueblo, Israel" (Lucas 2:31 sq.). 
 
María y José comenzaron ahora a conocer más plenamente a su divino Hijo; ellos "estaban maravillados de las cosas que se decían de El" (Lucas 2:33). 
 
Sin embargo, como si quisiera preparar a su Bienaventurada Madre para el misterio de la cruz, el santo Simeón le dijo: "Puesto está para caída y levantamiento de muchos en Israel y para blanco de contradicción; y una espada atravesará tu alma para que se descubran los pensamientos de muchos corazones" (Lucas 2:34-35). 
 
Al oír estas palabras, María entristeció, experimento un gran dolor en el corazón, y se retiro triste junto a José, estaba asombrada, ¿que habrá querido decir Simeón? 
 
Algo estaba ocurriendo en el reino de Herodes, oscuros propósitos se vislumbraban, así fue que mientras dormía Maria, se acerco hasta ella José, diciéndole, ¡Maria tenemos que partir lejos!,   
 
Sucedió que Poco después de la partida de los magos, José recibió el mensaje del ángel del Señor, había que huir: "Levantándose de noche, tomó al niño y a la madre y partió para Egipto" (Mateo 2:14). 
 
Así fue, rápidamente, José obedeciendo al Ángel, hizo los preparativos para la huida, Maria tomo a Jesús en Brazos, en actitud de protección, y comento que los judíos perseguidos siempre habían buscado refugio en Egipto (cf. III Reyes 11:40; IV Reyes 25:26); ¡Vamos José, son numerosos los Judíos que habitan en el Nilo!
Vamos, Maria, contesto José, el Señor esta con nosotros, confiemos en El, hasta que llegue el día del retorno, el ya debe saber para cuando y nos dará la señal para regresar.  
María vuelve a subir a su asno y con su Hijo en Brazo, como toda buena Madre, le dar calor y protección, José sonríe, la mira y le dice ¡Maria, buena Madre, Selecta Flor, porque para el es considerada la mejor en relación con todo, es la Elegida de Dios.