Ensayo de una mujer

 


María Velázquez Dorantes

 

 

 

Con los pies descalzos llegaste al mundo, con los pies descalzos sentiste la harina y el trigo, la suavidad del algodón y la frescura de la tierra húmeda. Con los pies descalzos iniciaste el trayecto de la evolución, la evolución Mariana que guiaste hasta el Calvario, la cual pronto sacudiría al mundo entero.
Hoy después de 2004 años has caminado el sendero de la roca y el mineral astillero, has estado presente en todos los eventos magníficos de Dios y has adoptado con sinceridad el papel fundamental para la humanidad.

Has vencido los nervios, la tristeza, la crueldad, la ignorancia porque ante ellos has puesto la humildad, la perseverancia, la fe y la obediencia en tú andar. Les has comunicado a la tierra que confiar es la clave para llegar el centro de la Misericordia Divina y sobre todo has entregado el corazón traspasado por la espada de una crucifixión. 

Conociste Belén y el Monte Gólgota, en uno diste vida, en otro la viste partir pero no flaquearon tus fuerzas para seguir; eres la esclava y sierva del Señor quien con Fe no cerró los ojos y le encomendaste la misión, ya que en tú alma sabías que no te falló.

Encontraste un rostro iluminado por el cielo, rozado por la luna y blanco como la espuma; así mismo limpiaste un rostro mancillado, lacerado y humillado por los pecados; ambos fueron fruto de vientre, carne de tú carne, memoria del milagro. Y seguías caminando con los pies descalzos por la escarcha de la nieva, por la arena del desierto, tú Fe inquebrantable marcó nuestra evolución, porque que de tú seno nació el redentor.

Jesús le nombraste, porque era el hijo que tú amaste. Con José lo educaste y en el Espíritu te formaste para ver el rostro del Hijo de Dios. Fuiste su compañía, noche y día, veías como crecía aquel que al mundo bendeciría.

Gracias mujer, que con los pies descalzos nos enseñaste que Jesús es nuestro hermano, gracias Señora que te entregaste al dolor clavado en el árbol de la eterna salvación; gracias por bendecidnos con tus lágrimas de dolor cuando ante ti Él expiró y por tus alabanzas en la resurrección de nuestro Señor.