Madre, cúbreme de Mercedes

 

 

Camilo Valverde Mudarra 



La plenitud de gracia, la omnipotencia suplicante, la inefabilidad mariana, ofrecen ámbitos espaciosos e insondables. Por eso, «aunque todos los miembros de los hombres -dice San Agustín- se convirtieran en lenguas, no serían suficientes para ensalzarla y alabarla cual Ella se merece». Y añade San Ambrosio: «La medida para amar a María es precisamente amarla sin medida».

La devoción popular ha adornado el nombre de la Santísima Virgen con muy variadas advocaciones. De las más pertinentes y acordes, por su profunda carga significativa, son de las Mercedes y de los Remedios. Merced tiene el significado de gracia, favor, beneficio, dádiva, consuelo, y puesta en plural expresa el río de favores y gracias que, en su amor de Madre, reparte a manos llenas a esa infinidad de almas que en su intimidad se acercan y le piden con devoción: "Ave, María, ruega por nosotros". Ella remedia a todo el que le ruega con devoción y con amor.

La Virgen María es la Madre de Jesús y madre nuestra por haber dado al mundo la Vida misma que renueva todas las cosas y por haber sido adornada y enriquecida desde el primer instante de su concepción con el resplandor de una santidad enteramente singular. María es presentada alusivamente como Madre espiritual de todos los vivientes. En relación con otros textos bíblicos, puede tener el sentido de “Hija de Sion”, apuntando al alumbramiento de un nuevo pueblo; es el nacimiento de la nueva Jerusalén: ¿Se puede dar a luz un país en sólo un día?… apenas ha sentido los dolores, Sion ha dado a luz a sus hijos (Is 66,7-8); …Gime, hija de Sion, como mujer en parto… (Miq 4,10). María es la Madre universal de los hombres al dar a luz, con los dolores de corredentora en el Calvario, a todo un pueblo redimido.

La Nueva Eva, la mujer por excelencia, la virgen sin pecado que fue llena de gracia y elegida por Dios para albergar en su seno al Hijo del hombre que había de llegar para la salvación del mundo, se convierte en Madre de la Iglesia. Es el mayor regalo, la merced más grande que Dios en su misericordia nos hace al darnos a María por madre, para que colme de mercedes nuestra alma y nos remedie en las dificultades.

CÚBREME CON TU MERCED

Madre de Merced, eres mi rocío,
el hálito que me hace resistir; 
si me dejas, no quiero ya existir, 
remar sin ti será mi desvarío. 

Eres timón y quilla en mi navío, 
dársena cierta donde persistir,
cuando los vientos hacen presentir
la tormenta que arrastra con su brío.

Tus ojos son mi luz y mi firmeza,
tus brazos, mi sostén y mi cimiento 
y tu rostro, mi faro de certeza.

Cúbreme con tu mano de entereza,
insúflame las velas con tu aliento 
y apriétame en tu pecho de pureza.