La Virgen María, modelo de virtudes

 

 

Camilo Valverde Mudarra 



El capítulo VIII de la Constitución Lumen gentium “La Santísima Virgen María, Madre de Dios, en el misterio de Cristo y de la Iglesia” ofrece un excelente cúmulo de ideas para leerlas pausadamente, guardarlas en el alma y aprovecharla para hacer nuestra meditación.

“Mientras la Iglesia ha alcanzado en la Santísima Virgen la perfección, en virtud de la cual no tiene mancha ni arruga (cf. Eph 5,27), los fieles luchan todavía por crecer en santidad, venciendo enteramente al pecado, y por eso levantan sus ojos a María, que resplandece corno modelo de virtudes para toda la comunidad de los elegi­dos. La Iglesia meditando piadosamente sobre ella y contemplándola a la luz de Verbo hecho hombre, llena de reverencia, entra más a fondo en el soberano misterio de la encarnación y se asemeja cada día más a su Esposo. Pues María, que por su íntima participación en 1a his­toria de la salvación reúne en sí y refleja, en cierto modo las supremas verdades de la fe, cuando es anunciada y venerada, atrae a los creyentes a su Hijo, a su sacrificio y al amor del Padre

La Iglesia, a su vez, glorificando a Cristo, se hace más semejante a su excelso Modelo, progresando continuamente en la fe, en la esperanza y en la caridad y buscando y obedeciendo en todo la voluntad divina. Por eso, también la Iglesia, en su labor apostólica se fija con razón en aquella que engendró a Cristo, concebido del Espíritu Santo y nacido de la Virgen, para que también nazca y crezca por medio de la Iglesia en las almas de los fieles. La Virgen fue en su vida ejemplo de aquel amor maternal con que es necesario que estén animados todos aquellos que, en la misión apostólica de la Iglesia, cooperan a la regeneración de los hombres” (LG 65).

Meditando piadosamente en la Virgen, entramos en el misterio de la Encarnación y nos asemejamos más a Jesucristo. De este modo, llenos de María, podremos extender el amor de Cristo y trabajar en la regeneración de este mundo