Sermón 72/A, 7

 

 

San Agustín


"Preocupaos más, hermanos míos, preocupaos más, por favor, de lo que dijo el Señor, extendiendo la mano sobre sus discípulos: Esta es mi madre y mis hermanos; y quien hiciere la voluntad de mi Padre, que me envió, es para mí un hermano, hermana y madre (Mt 12,49-50). ¿Acaso no hacía la voluntad del Padre la Virgen María, que en la fe creyó, en la fe concibió, elegida para que de ella nos naciera la salvación entre los hombres, creada por Cristo antes de que Cristo fuese en ella creado? Hizo sin duda Santa María la voluntad del Padre; por eso más es para María ser discípula de Cristo que haber sido madre de Cristo. Más dicha le aporta el haber sido discípula de Cristo que el haber sido su madre. Por eso era María bienaventurada, pues antes de dar a luz llevó en su seno al maestro. Mira si no es cierto lo que digo. Mientras caminaba el Señor con las turbas que le seguían, haciendo divinos milagros, una mujer gritó: ¡Bienaventurado el vientre que te llevó! Más, para que no se buscase la felicidad en la carne, ¿qué replicó el Señor? Más bien, bienaventurados los que oyen la palabra de Dios y la guardan (Lc 11,27-28). Por eso era bienaventurada María, porque oyó la palabra de Dios y la guardó: guardó la verdad en la mente mejor que la carne en su seno. Verdad es Cristo, carne es Cristo; Cristo Verdad estaba en la mente de María, Cristo carne estaba en el seno de María: más es lo que está en la mente que lo que es llevado en el vientre. Santa es María, bienaventurada es María, pero mejor es la Iglesia que la Virgen María. ¿Por qué? Porque María es una porción de Iglesia, un miembro santo, un miembro excelente, un miembro supereminente, pero al fin miembro de un cuerpo entero. Si es parte del cuerpo entero, más es el cuerpo que uno de sus miembros. El Señor es Cabeza y el Cristo total es cabeza y cuerpo. ¿Qué diré? Tenemos una Cabeza divina, tenemos a Dios como Cabeza." 

Oración 

Te invoco, ¡Oh Dios verdad, fundamento, principio y ordenador de la verdad de todos los seres que son verdaderos, de quién alejarse es caer, hacia quién volverse es resurgir, en quién permanecer es tener seguridad; en tu misericordia, ven a mí! ÿuc Cfr. Sol. 1,3