María, santuario vivo

 

 

Pontificio consejo para la pastoral de los emigrantes e itinerantes

 

La Virgen María es el santuario vivo del Verbo de Dios, el Arca de la alianza nueva y eterna. En efecto, el relato del anuncio del ángel a María está modelado por Lucas, mediante un fino contrapunto, con las imágenes de la tienda del encuentro con Dios en el Sinaí y del templo de Sión. Así como la nube cubría al pueblo de Dios en marcha hacia el desierto (cf. Nm 10,34; Dt 33,12; Sal 91,4), y así como esa misma nube, signo del misterio divino presente en medio de Israel, se cernía sobre el Arca de la alianza (cf. Ex 40,35), asimismo ahora la sombra del Altísimo envuelve y penetra el tabernáculo de la nueva alianza que es el seno de María (cf. Lc 1,35).

Más aún, el evangelista Lucas relaciona sutilmente las palabras del ángel con el canto que el profeta Sofonías eleva a la presencia de Dios en Sión. El ángel dice a María: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo... No temas, María... vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo...» (Lc 1,28-31). El profeta dice a Sión: «Alégrate, hija de Sión, el rey de Israel, el Señor está en tu seno. No temas, Sión... El Señor, tu Dios, está en tu seno, el Poderoso te salvará» (So 3,14-17). En el "seno" (be qereb) de la hija de Sión, símbolo de Jerusalén, sede del templo, se manifiesta la presencia de Dios con su pueblo; en el seno de la nueva hija de Sión el Señor establece su templo perfecto para una comunión plena con la humanidad a través de su Hijo, Jesucristo.

El tema se propone nuevamente en la escena de la visitación de María a Isabel. La pregunta que Isabel dirige a la futura madre de Jesús tiene un gran contenido alusivo: «¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?» (Lc 1,43). Esas palabras, en efecto, remiten a las de David frente al Arca del Señor: «¿Cómo va a venir a mí el Arca de Yahveh?» (2 S 6,9). María es, pues, la nueva Arca de la presencia del Señor: cabe destacar que aquí, por primera vez en el evangelio de Lucas, aparece el título Kyrios, «Señor», aplicado a Cristo, el título que en la Biblia griega traducía el nombre sagrado de Dios Jhwh. Así como el Arca del Señor permaneció tres meses en la casa de Obed Edom, llenándola de bendiciones (cf 2 S 6,11), también María, el Arca viva de Dios, permaneció tres meses en la casa de Isabel con su presencia santificante (cf. Lc 1,56).

Es iluminativa, a este respecto, la afirmación de san Ambrosio: «María era el templo de Dios, no el Dios del templo, y por eso es preciso adorar solamente a Aquel que actuaba en el templo» (56). Por este motivo, «la Iglesia, a lo largo de toda su vida, mantiene con la Madre de Dios un vínculo que comprende, en el misterio salvífico, el pasado, el presente y el futuro, y la venera como madre espiritual de la humanidad y abogada de gracia» (57), como lo demuestra la presencia de los numerosos santuarios marianos esparcidos por el mundo (58), que constituyen un auténtico «Magníficat misionero» (59).

En los múltiples santuarios marianos, afirma el Santo Padre, «no sólo los individuos o grupos locales, sino a veces naciones enteras y continentes buscan el encuentro con la Madre del Señor, con la que es bienaventurada porque ha creído; es la primera entre los creyentes y por esto se ha convertido en Madre del Emmanuel. Éste es el mensaje de la tierra de Palestina, patria espiritual de todos los cristianos, al ser patria del Salvador del mundo y de su Madre. Éste es el mensaje de tantos templos que en Roma y en el mundo entero la fe cristiana ha levantado a lo largo de los siglos. Éste es el mensaje de los centros como Guadalupe, Lourdes, Fátima y de los otros diseminados en las distintas naciones, entre los que no puedo dejar de citar el de mi tierra natal, Jasna Góra. Tal vez se podría hablar de una específica "geografía" de la fe y de la piedad mariana, que abarca todos estos lugares de especial peregrinación del pueblo de Dios, el cual busca el encuentro con la Madre de Dios para hallar, en el ámbito de la materna presencia de "la que ha creído", la consolidación de la propia fe» (60). 

Con este fin, los responsables de la pastoral de los santuarios han de velar, con atención constante, para que las diversas expresiones de la piedad mariana se integren en la vida litúrgica, que es el centro y la definición del santuario.

Al acercarse a María, el peregrino debe sentirse llamado a vivir la "dimensión pascual" (61) que gradualmente transforma su vida mediante la acogida a la Palabra, la celebración de los sacramentos y el compromiso en favor de los hermanos.

El encuentro comunitario y personal con María, «estrella de la evangelización» (62), impulsará a los peregrinos, como animó a los Apóstoles, a anunciar con la palabra y el testimonio de vida «las maravillas de Dios» (Hch 2,11).

Ciudad del Vaticano, 8 de mayo de 1999