María, obra maestra de Dios

 

Romano Guardiani

 

 

Si queremos comprender en qué consiste el carácter propio y la peculiar dignidad de María, no lo podemos hacer de forma mejor que exponiendo la escueta verdad de su maternidad divina. No podemos decir nada más excelso de María. Su vida está unida con la vida del Redentor, no como lo está la vida de todo hombre que ama al Señor, sino como la vida de la madre está unida con la del hijo. María ha vivido la misma vida del Señor. Quien sabe ver en las representaciones marianas de la poesía y del arte algo más que meras creaciones artísticas, encontrará muy a menudo en ellas la expresión de la seriedad cristiana más pura. 
El corazón cristiano ha aceptado también que la maternidad de María estaba rodeada por el resplandor de la virginidad. Por eso la Iglesia ha visto realizada en María la unidad de la virginidad y maternidad femeninas. En la veneración de María se une la confianza en la inagotabilidad del amor maternal con el reverencial respeto ante la alteza de la virginidad. María es algo próximo y distante a la vez, algo íntimo y remoto.

Todo lo que María es, lo es en el orden de la Redención y por la gracia de Cristo. Esto asegura al cristiano el amor de María. Es inexpresable lo que significa para el hombre poder cobijarse con todas sus preocupaciones —incluso las más calladas y ocultas— en el ámbito de este amor, en el ambiente de su misterio. La palabra misterio no significa aquí un enigma, esto es algo aún no comprendido. Misterio significa aquí un carácter esencial, una esfera de ser: la presencia de Dios en el hombre, el hálito de la vida eterna.