María nos cuestiona

 

R.I.I.A.L

 

 

Una de las verdades más importantes que sobre la Virgen María nos recordó el Concilio fue que María es la imagen o ejemplar o modelo de la Iglesia, como la queramos llamar. La realidad es la misma. 
Quiere decir que Dios ha avanzado en María todo lo que es y va a ser la Iglesia cuando llegue a su perfección final, y la Iglesia tiene que mirarse en María para saber todo lo que Dios quiere de la Iglesia entera y de cada uno de sus hijos. 
Pues bien, hoy nos vamos a hacer esta pregunta: 
- ¿Qué he hecho yo por Cristo?. 
Es una pregunta inquietante, terriblemente comprometedora, que San Ignacio de Loyola nos plantea ya al principio de sus Ejercicios Espirituales. 
Pero, vamos a mirar primero a María, el modelo acabado de la Iglesia: 
-¿Qué hizo María por Jesús?... 
Y la respuesta es sencillísima: TODO. Hizo todo, y no pudo hacer más. Porque toda su vida, todos sus pensamientos, todos sus amores, todos sus quehaceres, no tuvieron más que un objetivo y nunca se desviaron de él ni un milímetro en su trayectoria: JESUS, y nada más que Jesús. 
Si esta pregunta ―Como María, ¿qué hago yo por Jesús?― nos la hiciéramos también cada uno de nosotros, no una vez aisladamente, sino cada día con la seriedad de un examen, nuestras vidas rutinarias darían un giro de ciento ochenta grados. 
El trabajo, la oración, la familia, el noviazgo, los estudios, el trato social, la entrega a los demás, nuestra actividad entera..., estarían penetrados del magnetismo irresistible ejercido por Jesucristo en todas las cosas. 
Nuestra existencia, entonces, se consagraría al ideal más grandioso que puede dominar nuestra mente: JESUCRISTO, su Persona, su Iglesia, su Reino...
En una cosa tan importante como es consagrar la vida entera a Jesucristo y vivir sólo para Él, habríamos salido unas copias perfectas de María, la imagen y el modelo nuestro durante nuestro paso por el mundo. 
Y es que resulta un imposible pensar en alguien que haya vivido tan totalmente con Jesús, por Jesús y para Jesús como vivió María desde el momento de la Encarnación hasta el último suspiro de su existencia en la tierra, ante de ir a la Gloria a unirse definitivamente con su Jesús. 
Un muchacho excelente le preguntaba a su novia encantadora:
- ¿En qué piensas que vamos a gastar nuestro matrimonio?
Y la chica ―ya que eran los dos tal para cual― le contesta decidida:
- Me caso contigo porque sé que no me quitarás la ilusión de hacer algo por Jesucristo en nuestro futuro hogar. Jesucristo será el primero en todo. Antes que tú, antes que yo, antes que nuestros hijos. Jesucristo habrá de llenarlo todo. 
Este caso nos lo contaba un sacerdote, y nos añadía con humor, pero convencido:
- Hace muchos años que la muchacha me lo contaba en un Retiro, y no la he vuelto a ver más. Si ahora me encontrase con ella, y supiera yo que ha realizado su ilusión, me arrodillaría ante ella como ante una santa del altar. 
La pregunta ignaciana que nos hemos formulado ante María, fue decisiva en la vida de un santo, tan querido en nuestra América, como el simpático y valiente mártir de Méjico, el Beato Padre Miguel Agustín Pro. 
¿Sabemos dónde radicó aquella su vida tan atrayente? Pues, en una pura casualidad. 
Se le ocurrió al muchacho entrar en una iglesia mientras el cura, hablando de Jesucristo Crucificado, lanzaba al auditorio la reflexión de Ignacio:
- Todo esto hizo y sufrió Jesucristo por nosotros. Y nosotros, ¿qué hacemos por Jesucristo?.
Desde este momento, el joven empezó a preguntarse con seriedad: 
- Y yo, ¿qué hecho por Jesucristo?...
Al fin se decide a abrazar el sacerdocio y la vida consagrada en la Compañía de Jesús, en la que perseverará hasta que termine sus días frente al pelotón de fusilamiento. Todo, por una pregunta inquietante: 
-¿Qué he hecho yo por Jesucristo?. 
Es una pregunta para valientes, desde luego. Se necesita generosidad para planteársela en serio. 
Pero nosotros tampoco nos tiramos para atrás, y nos la hacemos hoy mirando a María, la que todo, todo, lo hizo por Jesús. 
La vida entonces no se pierde en detalles que ni van ni vienen, porque toda entera no tiene más que un objetivo, una sola meta, un solo fin: Jesucristo. 
María es el modelo y ejemplar de la Iglesia en todo. Pero lo es de un modo especial en su modo de pensar siempre en Jesús, de trabajar por Jesús, de hacer de Jesús la única razón de su existencia. Por eso, María nos cuestiona frente a Jesucristo. El más amante de María, será también el más amante de Jesucristo. 
-¿Qué he hecho yo por Jesucristo?... Si nos hacemos la pregunta comprometedora mirando la imagen de María, igual que la del mismo Cristo Crucificado, ¡hay que ver cómo nos hablará!... 

Red Informática de la Iglesia en América Latina (Mensaje radiado)