La Sagrada Familia de Nazareth

 

 

José Anta Jares. Diócesis de Astorga

 

 

Jornada para disfrutar y defender la institución familiar, de origen divino.

Ayer, con la celebración del Nacimiento de Jesucristo, Hijo de Dios e Hijo también de María Inmaculada, se completó el núcleo central y originario de la Familia formada por el matrimonio de San José y Sana María de Nazareth.

Ahora ya ha nacido el Niño. Ya son Familia completa: un matrimonio, unos padres, un Hijo.

Y este Hijo, por ser el representante de la nueva Humanidad que El viene a redimir y a salvar, va a aumentar con su vida, con su Pasión y con su Resurrección, cuando esté a punto de morir en la Cruz, va a hacer que la maternidad de su Madre se multiplique sobre todos los hijos redimidos por la fuerza de su amor de Redentor. Desde el momento de la muerte de Jesús en la Cruz María ya no tendrá un solo Hijo, tendrá como verdaderos hijos a todos los redimidos. 

Todos pertenecemos, por la tanto, a esta sagrada Familia de Nazareth.

Por eso celebramos, en este domingo que sigue inmediatamente a la Navidad, esta hermosa Fiesta de la Familia: Fiesta de la Sagrada Familia de Jesús Niño, María y José. 

Pero es también fiesta de todas las familias humanas. Una jornada para disfrutar nuestra pertenencia a una familia en la que hemos nacido, en la que hemos sido gozosamente acogidos por unos padres que nos han dado la vida, y con tanto cariño nos han enseñado a querernos, a comportarnos, a ser responsables de nosotros mismos, a tratar educadamente a nuestros hermanos, a rezar a Dios y a dar un lugar en nuestra vida a los, una familia en la seguimos siendo queridos por todos los miembros que formamos parte de ella.

Y es también una jornada para tomar conciencia de que la institución de la Familia es querida por Dios para sus hijos; y por ser de institución divina todos estamos obligados a protegerla, a defenderla de los ataques que recibe del materialismo y del hedonismo que por tantos frentes nos está amenazando.

Se la puede atacar por muchos frentes. Sólo se la defiende eficazmente por uno: el frente de la fidelidad a su origen divino, a su naturaleza y a su misión insustituible. 

Atacar, degradar o deformar la familia, forjadora de hombres y mujeres como hijos de Dios y responsables del mundo que Él nos confía a los humanos, es oponerse a los planes de Dios y ofenderle a Él y a la Humanidad por Él creada.