Las albahacas y la Asunción

 


Vicente Taroncher, Capuchino 

 

 

Una de las antiguas tradiciones de los pueblos de Valencia durante el mes de agosto es rodear la imagen yacente de la Virgen con gigantescas y aromáticas plantas de albahaca. A mi, siendo niño, esto me llamó mucho la atención y recuerdo que le pregunté a mi catequista Adelaida Sambartolomé qué significaba aquello y ella me respondió: “La planta verde y florida significa que la Sma. Virgen aunque ha muerto está llena de vida y el perfume de las plantas quiere decir que, al subir al cielo, deja entre los hombres el perfume de sus virtudes”. Una bella explicación, pienso yo ahora, del misterio de la Asunción de María, que, al morir, sube en cuerpo y alma a los cielos y, no obstante, con el perfume de sus virtudes y su protección maternal sigue acompañando al pueblo de Dios en su recorrer por la historia

La Sagrada Escritura no habla explícitamente del misterio de la Asunción de María. Sin embargo, hay algunos textos que, estudiados y desarrollados por los Santos Padres y teólogos de todos los tiempos, nos confirman en la fe de este misterio mariano. Ocho textos comenta el Papa Pío XII en la Constitución Apostólica de la proclamación del Dogma de la Asunción. Uno de ellos es el mandato divino: “Honra a tu padre y a tu madre” (Ex.20,l2. Y sobre este texto nos dice lo siguiente:”Desde el momento en que nuestro Redentor es hijo de María, no podía menos de honrar, como cumplidor perfectísimo de la ley divina, no sólo al eterno Padre, sino también a su madre. Así, pues, pudiendo conceder a su madre tan grande honor preservándola inmune de la corrupción del sepulcro, hay que creer que lo hizo realmente”.

Un simbolismo de la Asunción, también comentado por Pío XII, es el Arca de la Alianza, que contenía las tablas de la Ley, signo de la presencia de Dios en su pueblo. Según una fuerte tradición, el Arca representa a María, que albergó en su seno al Hijo de Dios. Pues bien, según la tradición judía, el Arca de la Alianza se libró de la destrucción en el asedio de Nabucodonosor al templo (587 a.c.) y trasladada por el profeta Jeremías al monte Nebo y guardada en lugar oculto, donde permanecerá incorrupta hasta el fin de los tiempos. María, nueva Arca de la Alianza no pudo ver la corrupción.

Como hemos apuntado, nada dejaron escrito los Apóstoles sobre la muerte y asunción de María a los cielos, pero su testimonio hablado debió impactar profundamente en la fe de los primeros siglos. Los testimonios de los Santos Padres son constantes. San Efrén afirma: “María no sufrió la corrupción después de su muerte”. Y nosotros, los españoles, tenemos el testimonio de la representación del Misteri d’Elig (Elche,siglo XV)patrimonio cultural de la humanidad, que representa la muerte, resurrección, asunción y coronación de María en los cielos.

En el siglo XVIII aparece la primera petición a la Santa Sede pidiendo la proclamación dogmática del misterio de la Asunción. A ésta siguieron otras muchas, entre ellas una de la nuestra reina Isabel II. Impelido por este cúmulo de peticiones, Pío XII preguntó a los obispos y fieles del mundo si deseaban la proclamación del dogma de la Asunción. La inmensa mayoría respondió afirmativamente. No había duda, el Espíritu Santo, presente en la Iglesia, hablaba por la boca de sus fieles. Por eso el santo Padre Pío XII, el 1 de noviembre de l950, proclamaba como verdad de fe la Asunción de María en cuerpo y alma a los cielos.

¿Por qué –se dirá– este gran privilegio de María, esgrimido por los Santos Padres, estudiado por tantos teólogos, defendido por los Sumos Pontífices y definido por el Concilio Vaticano II?:

a) Porque desde toda la eternidad, en los designios infinitos de Dios, María es asociada a la misión de Cristo Redentor en los misterios de su muerte y resurrección. Si Cristo ha resucitado por voluntad del Padre, María ha vencido a la muerte por especial gracia de Dios.

b) Porque María es la imagen de la Iglesia futura. Lo que se realiza en María se realizará en la iglesia peregrina. Como María ha resucitado y ha sido asunta al cielo, también la iglesia, al final de los tiempos, tras la resurrección, la acompañará junto al trono del Señor. María, llena de vida tras su muerte, como la albahaca verde y florida, acompaña a la Iglesia en su caminar por la historia hasta conducirnos a Dios.


Fuente: El Propagador, Capuchinos, Valencia, España