Canto Mariano 

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Es el cumplimiento de la profecía de María: “Todas las generaciones me llamarán dichosa”. Es a la vez el cántico de la Madre de Dios y el de la Iglesia, Cántico de la hija de Sión y del nuevo pueblo de Dios, Cántico de los “pobres” cuya esperanza ha sido colmada con el cumplimiento de las promesas hechas a nuestros padres “A favor de Abraham y su descendencia por siempre”.

Todo cántico Mariano debe tener a Cristo como centro, como origen y consumador del Misterio de salvación del cual María participa con su “Hágase en mí según tu Palabra”, y desde allí todas las naciones la reconocemos como la madre de Dios Hijo, ningún otro título supera éste.

María siempre va a reconocer la Gloria de Dios, ella en sí misma es la gloria de Dios, no hay nadie que ame tanto a Jesús como su propia Madre a quien debemos imitar, que es uno de los objetivos del canto mariano. Pero todo canto Mariano debe aterrizar en Jesucristo, el bendito fruto de su vientre.

Debemos de tener cuidado de no exaltar más a la esclava del Señor que al mismo Señor, quién la exaltó y la llevó a los cielos coronándola de Gloria.

El canto Mariano es ilustrativo, es una forma de reconocer las virtudes de aquella que llevó en su vientre al Rey del Universo y se mantuvo humilde desde el pesebre hasta la cruz, ella es quien cumple la Palabra, pues la misma Palabra se encarnó en ella.

Es un acercarnos a María, a aquella que es figura de la Iglesia, al imitarla, la Iglesia se prepara con el Espíritu Santo, para estar sin mancha ni arruga, y expresar MARANHATA “Ven Señor Jesús” y ser llevada a los cielos.

María dijo entonces:

Engrandece mi alma al Señor
Y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador
porque ha puesto los ojos
en la humildad de su esclava,
por eso desde ahora todas las generaciones
me llamarán bienaventurada,
porque ha hecho en mi favor
maravillas el Poderoso,
Santo es su nombre y su misericordia alcanza
de generación en generación a los que le temen.
Lc 1,46-50

Fuente: Carisma