María, Madre del Verbo
Peter McHugh svd
En
el plan de la salvación y en la vida de la Iglesia, la función de María
es peculiar y determinante. María trajo al mundo la Palabra de Dios (el
Verbo) encarnada: Jesús. En la Anunciación, su consentimiento la hizo
Madre del Hijo de Dios, la Palabra se volvió carne en sus entrañas. Su sí
a Dios hecho con absoluta fe en su Palabra, causó su santidad y la capacitó
para que de su seno naciera el Salvador.
Arnoldo
Janssen profesaba un profundo amor a María como Madre de Dios. Para él,
María es el mejor modelo para las Congregaciones por él fundadas. El P.
Gier, más tarde Superior General, dijo: "No se puede concebir el amor
que el Padre Arnoldo tenía a la Madre de Dios". El la amó por su
hermosura, por su relación especial con la Santísima Trinidad, por darnos
la Palabra de Vida en su Hijo y sobre todo la amó muy tiernamente por ser
"su" madre.
Este
amor desbordó en una admiración por vivir una existencia tan profunda por
Cristo. Y en su admiración vio a María como el modelo de su propia vida y
muy explícitamente de nuestra vida misionera. El color celeste del hábito
de las Hermanas Siervas del Espíritu Santo, tiene por base para recordarles
la pureza y humildad de María, cuyas virtudes hay que imitar. Las medallas
que dio a las Hermanas, también llevaban la figura de María.
La
devoción al Inmaculado Corazón de María forma parte esencial de la
tradición familiar desde los comienzos de la Congregación y es la herencia
espiritual que Dios mismo diera a nuestro venerable Fundador, legado como un
Don a él y a nosotros.
Cualquiera
fuese la razón del amor dilecto de Janssen por el Inmaculado Corazón de
María, "el espejo sin mancha del Corazón de Jesús" (así lo
denominaba), fue muy profundo. "El buen Dios -dijo- entregó a su Madre
la llave de su Corazón Divino, para que pudiese sacar del mismo todas la
gracias que contiene".
La
Fiesta de la Natividad de María (8 de septiembre) se celebra con particular
solemnidad, porque implica también el nacimiento de la Congregación del
Verbo Divino. En ese día, Janssen predicó su primer sermón y se lo elogió
intencionalmente para la apertura de la casa misional de Steyl (1875):
"Si consideramos que el nacimiento de la Madre de Dios es también el
de la Casa Misional de Styel, no lo es tanto como un honor y una feliz
coincidencia, cuanto como una invitación a hacernos más y más dignos de
la protección de tan excelsa patrona... Si todos nosotros somos los hijo
menores de María, entonces también nuestra Casa de Misión puede llamarse
hija de María. Quiera Dios sea una hija que le agrade".
María
no sólo sirve de modelo para los misioneros. Janssen creía con entera
convicción en su obra intercesora para las misiones: "El misionero
debe ver en María el perfecto modelo para toda actividad apostólica".
Fuente:
Misioneros del Verbo Divino
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