María y la Eucaristía

Thalia Ehrlich Garduño

 

Cuando contemplamos a la Bella María al pie de la cruz de Jesús diciendo otra vez sí (Jn. 19,25), a pesar de que una espada atraviesa su corazón (Lc. 2, 35). La presencia de la Virgen acompañando a la Iglesia que nace, tiene un significado muy grande.  

    La relación de la Doncella de Nazaret con la Eucaristía y con la comunidad eucarística, parece poco común, a simple vista no hay indicios.

    En algunos pasajes, se habla de la participación de la comunidad cristiana en la Cena del Señor (1Co. 11,16-20) o en la Fracción del pan (Hch.2, 42-47). Se puede pensar que la Virgen María participó en la Eucaristía precedida por los Apóstoles, porque ella pertenecía a la Iglesia naciente.  

    La relación de la Bella María no es completamente clara, pero podemos descubrirla leyendo el Evangelio atentamente, en especial el de san Juan, en donde se encuentran datos significativos, que están en dos escenas altamente simbólicas desde el punto de vista eucarístico, en las cuales la Madre de Dios tiene una parte central al lado de Jesús.  

    Son el episodio de las bodas de Caná (Jn. 2), que hay que unir estrechamente a la multiplicación de los panes (Jn. 6) y el pasaje del Calvario (Jn.19).  

    En el comienzo del signo del vino, en Caná, la Virgen decide tomar la iniciativa al decirles a los sirvientes: “Hagan lo que él les diga” (Jn. 2,5). Caná es el comienzo de los signos; donde sus Discípulos creyeron en él, también es la figura del Pan de Vida, Pan eucarístico y representa el inicio de la vida sacramental.  

    En este pasaje bíblico, María es llamada no tanto Madre, sino Mujer. Este relato nos dice que la Madre del Salvador viene a ser cabeza-estirpe, (como símbolo de la mujer de Gn. 2,23).

    De una nueva generación, la de la comunidad de la Iglesia que se alimenta de la sangre y cuerpo eucarístico de Cristo. San Juan pone en relieve el papel de la Virgen Madre en la comunidad post-pascual.  

    En el relato de la Pasión (Jn. 19,25), san Juan nos da una visión eucarística de María. Ahí  Jesús, le pide a Juan que se haga cargo de la Bella María y también confía a María al Discípulo amado. No sólo se trata de un cariño filial por parte de Jesús, es una revelación decisiva. Ella es portadora de una Maternidad misteriosa.  

    María es llamada Mujer, subrayando el inicio de la Iglesia, que brota del costado abierto de Cristo, del que manaron sangre y agua, símbolos de los Sacramentos.  

    En el Calvario, la Doncella de Nazaret, sigue siendo Madre, primero del Hijo de Dios y después de la Iglesia. Primero Madre física y después Madre espiritual de todos nosotros.  

    Ella tiene una presencia y un papel decisivos, en la Encarnación y en la vida sacramental de la Iglesia, en ambas; María ha dicho , con toda su Fe, Esperanza y Amor, en las dos, ella es cabeza-estirpe querida por Dios hecho carne y de la Iglesia que se nutre con la Eucaristía.  

    La Iglesia es esencialmente eucarística y también es mariana, y celebra la Eucaristía invocando la intercesión de la Madre del Señor.

    María de Guadalupe nos dice: “Yo soy la siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios, por quien se vive.” Y también dijo: “¿No estoy aquí que soy tu Madre?”