Santa María, Madre de la Palabra

Santuario de Angosto, PP Pasionistas, Vilanañe, Alava, España

 

Todavía hace poco tiempo, hemos celebrado unas fiestas profundamente entrañables:
el hermoso misterio, en el que se nos ha ofrecido un "Dios-con-nosotros" ="Enmanuel". Realmente impresionante cuanto "hemos visto y oído". Esa
contemplación ha sido, -lo espero-, llena de frutos y de vida para todos vosotros y para mí.

HOY os invito a seguir caminando, siguiendo las huellas de la Madre, de SANTA MARÍA, la mujer fiel y creyente. Su actitud de ESCUCHA y de
ASIMILACIÓN de la Palabra también merece la pena ser "contemplada" (=ver más a fondo), porque descubriremos hasta dónde llega: a Dios mismo, y Ella la hace suya.

Siempre me ha impresionado aquel pasaje evangélico de Marcos 3, 31-35, cuando se presentan su Madre y sus hermanos y se lo comentan a Jesús. Primero, la pregunta de Jesús: "¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?"; y, más tarde, su respuesta:
"el que cumple la voluntad de Dios, ése es hermano mío, y hermana y madre". Impresiona esta actitud de Jesús y es que para Él el "signo de identidad"
y de parentesco, nace en la sintonía con el querer de Dios-Padre. Ahí se encuentra el secreto verdadero de toda la realidad, y desde ahí es necesario plantearse la propia historia personal.

Y es precisamente aquí donde Jesús plantea la grandeza de su Madre, de María. Nada más lejano al espíritu de Jesús, una especie de desprecio hacia su Madre en esta afirmación que comentamos. Más bien al contrario: Jesús mismo es un "admirador" de su Madre, aquélla que ha hecho realidad, -con su disponibilidad y apertura-, el proyecto de Dios: "aquí está la sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra". ¡También impresionante!

Estas palabras de María no son unas "palabras piadosas" que repetimos tantas veces y con tanta facilidad en nuestros rezos y plegarias. Para Ella fueron unas palabras que comprometen toda su vida, la cambia y la transforma en toda su hondura
y profundidad; esto es, radicalmente (=desde la raíz). Su FIAT a Dios ha "marcado" su corazón de creyente y de madre. Y así caminará en su camino
particular, aferrándose a esas palabras y la fuerza que dentro de Ella producen.

Aquí es donde Jesús pone la condición para pertenecer a su familia: no radica, ni en la sangre, ni en los mismos padres y hermanos. La exigencia de hacer realidad el evangelio que Él mismo trae y que lo hace vida tangible: un amor sin
condiciones y sin límites. Éste es su EVANGELIO. María es grande porque ha aceptado sin trabas este plan de Jesús, que es el mismo plan de Dios.

Merece la pena que en este mes de febrero contemplemos a la Madre, a MARÍA, en esta dimensión vital para Ella. Seguro que nos puede llenar de fuerza y de generosidad. Como a Ella.