La Virgen María en la reflexión bíblica y teológica

Thalia Ehrlich Garduño

 

(Catequesis Del Papa Juan Pablo II, noviembre 1996)
La doctrina de la Maternidad de María se empezó a ver desde el primer título con el que los primeros cristianos la llamaron: Madre de Jesús. Con el paso de los siglos se le comenzó a decir Madre de Dios, como la llamamos ahora y también se vio la participación de que Ella tiene como Madre en la Redención al lado de su Hijo Jesús.

Se ha necesitado mucho tiempo para llegar claramente a la definición de la verdades reveladas que se refieren a la Virgen María.

En este camino de Fe en donde descubrimos más profundamente el rol de la Virgen en la Historia de la Salvación, los Dogmas nos ayudan mucho, como por ejemplo: el Dogma de la Inmaculada Concepción que fue proclamado por el Papa Pío IX en 1854 y el Dogma de la Asunción que proclamó el Papa Pío XII en el jubileo del año 1950.

La Mariología es la parte de la Teología que estudia la Virgen María. En ella el Amor de los cristianos participa de algunos aspectos de la Bella María, que atrae no solamente a los teólogos, sino a mucha gente.

De la vida de la Madre de Dios se habla muy poco en el Evangelio, claro, que nos gustaría saber más de Ella, desde que se levantaba hasta acostarse, su niñez y otros aspectos de su vida.

Tampoco nos satisfacen los oros Escritos del Nuevo Testamento en donde se habla de Ella, incluso en las cartas de san Pablo donde nos explica detalladamente quien es Cristo y su obra, solo en un pasaje de la carta a los Galatas menciona que Dios envió a su Hijo ‘nacido de mujer’ (Ga. 4,4).

Como se dijo antes, hay poco de María en el Evangelio, si quitamos los relatos de la infancia de Jesús, sólo hay 2 afirmaciones que nos dan un poco de luz sobre la Doncella de Nazaret: 

** Una con respecto al intento de los hermanos que querían llevarse a Jesús a Nazaret (Mc. 3,21 y Mt. 12, 46). 
**La otra al responder la aclamación de una mujer sobre la Bienaventuranza de la Madre de Jesús (Lc. 11, 27).

Lucas, en los relatos de la infancia: la Anunciación, la Visitación, la presentación del Niño en el Templo y su encuentro con los Doctores de la Ley a los 12 años, no solo nos dan datos importantes sino nos presenta una especie de Protomariología (la más antigua Mariología) de interés fundamental.
Mateo completa indirectamente estos datos en el relato de José (Mt. 1,18-25) pero solo en relación con la Concepción Virginal de Jesús.

Juan profundiza en el valor histórico-salvífico que desempeña la Madre de Jesús, al comienzo y al final de la vida pública de Jesús.
Es significativa la intervención de la Bella María al pie de la cruz, donde recibe la misión de Madre de Juan y, en él, de todos los cristianos (Jn. 2,1-12 y Jn. 19,25).

Los hechos de los Apóstoles nos relatan que la Madre del Señor estaba entre las mujeres que esperaban el Pentecostés (Hch. 1,14).
Al no tener relatos en el Nuevo Testamento y noticias de fuentes históricas, no se sabe la fecha y como murió la Virgen María. Podemos suponer que vivió siempre con Juan y acompaño muy de cerca de la primera comunidad cristiana.

Como se dijo anteriormente, hay pocos datos sobre la vida de la Madre de Dios aquí en la tierra, pero se compensa por la calidad y riqueza teológica, que la exégesis actual pone en relieve (Exégesis: interpretación y explicación de las Sagradas Escrituras).

Recordemos que la visión de los evangelistas es totalmente cristológica y se interesa en la Madre sólo en relación con la Buena Nueva del Hijo.

San Ambrosio dijo que el evangelista al hablar del Misterio de la Encarnación “creyó oportuno no buscar más testimonios sobre la Virginidad de María, para no dar la impresión de dedicarse a defender a la Virgen, más que proclamar el Misterio.”

Podemos ver aquí una intención especial del Espíritu Santo que motiva a la Iglesia a investigar, conservando lo fundamental del Misterio de Cristo y no se detuviera en los detalles en la vida de la Madre del Redentor, llevando a la Iglesia a descubrir el papel de María en el Plan de Salvación, su santidad personal y su misión Materna en la Vida cristiana.
El Espíritu Santo guía a la Iglesia comprometiéndola a imitar a la Virgen María. 

Lucas relata en el nacimiento de Jesús, que su Madre conserva todas las cosas, “meditándolas en su corazón” (Lc. 2,19), examinando profundamente todos los acontecimientos que había presenciado en una forma privilegiada.

En la misma forma, el pueblo de Dios es impulsado por el mismo Espíritu a profundizar todo lo que se ha dicho de la Virgen María, para progresar en la importancia de la misión de la Bella María, vinculada íntimamente al Misterio de su Hijo.

En el desarrollo de la Mariología, la Iglesia tiene un papel particular: con la afirmación y el testimonio de su Fe, contribuye al progreso de la doctrina Mariana, que normalmente es para estudio de los teólogos, aunque su tarea es indispensable para profundizar más sobre la Fe de la misma experiencia cristiana.

La Fe de los humildes es admirada y alabada por Jesús, que ve en ella una manifestación maravillosa de la generosidad del Padre (Mt. 11,25).
 La Fe sigue proclamando, con el paso de los siglos, maravillas de la Historia de la Salvación ocultas a los sabios.
 Esa Fe, en armonía con la sencillez de la Doncella de Nazaret, ha hecho progresar el reconocimiento de su santidad y el valor trascendental de su Maternidad.
 El Misterio de María compromete a todo creyente en comunión con la Iglesia, a meditar en su corazón lo que el Evangelio afirma de la Madre de Dios.

En el pensamiento del Magnificat, cada persona experimentará en sí misma, como María el Amor de Dios y descubrirá las maravillas realizadas por la Santísima Trinidad en la “Llena de Gracia”, un signo de Dios por la humanidad.