Maria y la persona del que evangeliza 

Padre Cándido Pozo, S.J

 

El evangelizador ha de ser cabal discípulo de Cristo. Sólo así podrá no limitarse a un mero predicar, sino que será testigo ("martys") de Cristo (cf. Lc. 24, 48; Hch. 1, 8). Mientras que la predicación se hace con los labios, el testimonio ("martyrion") se da con la vida. 
No en vano se reservó muy pronto en ambientes cristianos la palabra, como término técnico para el hecho de dar la vida por Cristo. Pablo VI en la Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi insistió en la importancia y necesidad de este testimonio de vida por parte del evangelizador_. Ahora bien, en San Juan, aunque sea de modo disperso, se enumeran las diversas cualidades que ha de reunir el discípulo de Cristo para serlo realmente: ha de guardar sus mandamientos (Jn. 14, 14.21 y 23), partiendo de un amor a Dios (lJn. 5, 2); los discípulos han de amarse mutuamente (Jn. 13, 35); han de creer que Jesús ha sido enviado por Dios (Jn. 17, 8); han de adoptar una actitud de humildad y servicio, siguiendo el ejemplo del Maestro (Jn. 13, 13-17). Entre esas cualidades, (Jn/19-27), señala una ulterior cualidad que ha de tener el discípulo de Cristo: "Desde aquella hora el discípulo la tomó como cosa suya". 

"Eis ta idia" hay que traducirlo no por "en su casa", como se hace frecuentemente, sino por "entre sus cosas"; en San Juan la expresión nunca tiene el sentido de "en su casa"_. Por ello, el sentido es que desde aquella hora el discípulo, todo discípulo (de eso se trata en la perícopa de Jn. 19, 25 ss., y no sólo de Juan) ha de tener a María como cosa suya; entre sus estructuras espirituales tiene que haber una dimensión mariana que le haga acoger ("lambanein" no significa "mirar", sino "tomar" o "acoger") a María como a Madre; la palabra "acoger" implica así todo un comportamiento filial con respecto a María_. 

CRISTIANO vs MARIANO: 

Es lo que Pablo VI dijo en su homilía en el santuario de Nuestra Señora del Bonaria, el 24 de abril de l970, con motivo de su viaje a Cerdeña: "si queremos ser cristianos, debemos ser marianos"_. La frase puede parecer expresión de un mero pensamiento piadoso. En realidad, con ella Pablo VI se limitó estrictamente a traducir, con otras palabras, el auténtico sentido de Jn. 19, 27: desde entonces, todo discípulo de Jesús, para serlo, ha de tener una profunda dimensión mariana. Y no olvidemos que sólo un buen discípulo de Cristo puede ser un buen evangelizador.