Ensayo de un retrato de María

Hno. José Tico

 

Vestida de Serenidad... Dueña de sus Sentimientos... Se regocija con los que Gozan... Se apiada de los que Sufren...

- Sólo es posible un "auténtico encuentro" a través de la mediación evangélica.
- Un retrato pintado por el propio Espíritu Santo.
Es un retrato inagotable todas las generaciones lo han contemplado con gozo y han descubierto algunos rasgos nuevos en este sublime modelo de sencillez "en María todo es sencillo, todo es sublime", "el rostro que más se parece al rostro del Señor", decía Dante". 

¿CÓMO VIERON LOS EVANGELISTAS EL ROSTRO DE MARIA? 

Ante todo, María está atenta a la palabra de Dios (la Virgen de la escucha): acoge con amor esa palabra que no pocas veces, trastorna sus planes de vida, traspasa su corazón, sumerge su alma en la duda, en la ansiedad y en las incomprensiones, la atiende finalmente y la encarna en su vida, es la "esclava de Yahvé" y está de acuerdo, de antemano, con la voluntad del Señor.

Su personalidad humana es encantadora: tranquila y serena en su espíritu dialoga con Dios y con los hombres, pregunta y responde a propósito; muy abierta, sabe leer los signos de los tiempos y sabe aceptar los cambios, la novedad, lo inesperado; dueña de sus sentimientos, no se deja desbordar por el anuncio que hubiera colmado de entusiasmo a cualquier joven judía de su tiempo por la maternidad mesiánica: espera, reflexiona, pesa, objeta, solicita un poco más de luz; pero apenas entiende que es así la voluntad de Dios, se entrega confiada a la misión que se le propone, creyendo que Dios es Señor de lo imposible y se entrega a la acción del Espíritu Santo.

Muy humana en su ser y en su obrar, se regocija con los que están contentos, se apiada de los que sufren o están a punto de experimentar cualquier necesidad apremiante, su compasión es operante: se pone al servicio de todos, previsora, humilde, delicada, modesta y generosa, traduce su inmensa caridad en gesto de amistad y de ayuda fraterna, se la ve afable, sonriente, simpática y accesible a todos; su presencia da la alegría de vivir, su palabra trasmite la paz del Señor y en algunos casos atrae la presencia del Espíritu Santo sobre sus interlocutores, pues ella lleva siempre consigo el Verbo de Dios en su corazón, después de haberlo llevado en su seno virginal durante nueve meses.

Es una mujer silenciosa, recogida, casi desconocida, vive -como tantas otras- en una aldea de Galilea o entre las gentes de Jerusalén o mezclada con los discípulos de su Hijo a lo largo de los caminos de Palestina o reside en Cafarnaún; pasa inadvertida, habla poco, a menos que se trate de la alabanza a Dios o de la acción de gracias cuando comparte con las amigas la oración y la dicha de haber creído.

Toda su vida se centra en la contemplación de la Palabra y de los signos de Dios, y en el amor materno a Dios y a la humanidad; comprende cada vez más profundamente, el Misterio de las palabras, signos y acciones de la persona de su Hijo, sin que llegue a descubrirlo completamente, desde el comienzo pudo seguir su peregrinación por el camino de la fe.

Esta fe, lúcida y transparente, es la base de la sencillez de María y de sus relaciones maternales con Jesús; María acepta, con su corazón reconocido y firme, las situaciones a las que su Hijo no deja de invitarla, a menudo, por medio de palabras severas, con oráculos proféticos que poco a poco la introducen en el misterio de la Cruz. En el Calvario ha vivido el mayor abandono que se puede pedir a una madre: cambiar, por exigencia de la palabra de Jesús, su maternidad carnal por una nueva maternidad espiritual y universal; Ella, que era la Madre de Jesús pasa a ser una discípula sencilla entre los discípulos de su Hijo par llegar así a la formidable función de ser la madre de los discípulos.

Su alma reboza del 'saber bíblico': conocía la historia del pueblo y sabía llegar a la trama que encerraba, por eso 'no temía proclamar que Dios es quien levanta a los pobres y oprimidos y derriba del trono a los poderosos'.

En esta alma entregada totalmente a la voluntad de Dios no hubo ninguna alienación: humilde y sencilla, jamás se ha refugiado en una pasividad perezosa; su contacto directo con Jesús, su insaciable escucha de sus enseñanzas, su fe cada día más fuerte y activa la han ido llenando día a día de 'saber cristiano' como la primera entre los pequeños del Reino a los que el Padre gusta revelar lo que está oculto a los sabios del mundo.

Hacia esta sabiduría de Dios, contenida totalmente en el desarrollo histórico de la salvación de Jesucristo muerto y resucitado ha conducido maternalmente a la comunidad del 'Cenáculo' tanto por el ejemplo como por su oración: suave, discreta y eficazmente, del mismo modo que formó a Jesús en su seno a lo largo de una apacible gestación, ahora, a través de los acontecimientos que el Señor permite está intentando reproducir los propios rasgos de su fisonomía espiritual en todos sus hijos, a lo largo de los acontecimientos concretos de la existencia.

A modo de resumen de sus virtudes 'sólidas y evangélicas' que deben tener muy en cuenta los hombres de hoy: su fe y dócil aceptación de la Palabra de Dios, la obediencia generosa, la humildad sincera, la caridad solícita, la sabiduría reflexiva, la piedad hacia Dios pronta al cumplimiento de los deberes religiosos, agradecida por los bienes recibidos, su oración en la comunidad, su fortaleza en el dolor, la pobreza llevada con dignidad y confianza en el Señor, el vigilante cuidado hacia su Hijo, la delicadeza previsora, la pureza virginal y su fuerte y casto amor esponsal.

CON ESTAS VIRTUDES SE ADORNABAN LOS HIJOS, QUE CONTEMPLAN SUS EJEMPLOS CON CONSTANCIA PARA REPRODUCIRLOS EN LA PROPIA VIDA.

Hno. José Tico, Director Espiritual de la Curia Juvenil de Trujillo