La Virgen María: mujer y maternidad

Ana Lucía Pérez Camargo

 

El mejor ejemplo, el mejor regalo de vida y el mejor camino para nosotras las mujeres: nuestro rol de mujeres y madres, aunque a veces pesado, difícil y desgastante, no por eso deja de ser gratificante, emocionante, lleno de recompensas, de ilusiones, de satisfacciones y de autorrealizaciones.

María, Virgen no sólo por su pureza sino por su feminidad, su entrega y servicio -aunque ya hoy asumamos la feminidad del hombre también en su capacidad de dar y recibir afecto, de servir y cuidar a su pareja, a sus hijos y a la sociedad- es y seguirá siendo el mejor ejemplo de las características psicológicas y emocionales para "abrigar y proteger" el desarrollo desde su vientre y luego desde su acompañamiento a su hijo.

María, mujer en su condición de dar vida y recibir vida, de sostener y entregar lo mejor de sí, en sus responsabilidades sociales, familiares, religiosas, asumiendo como esposa ser compañera de José, caminar con él, serle fiel desde su ternura, sus cuidados y su entrega incondicional para seguir el camino trazado hasta llegar a la cruz, con infinito sufrimiento, pero con valentía y fortaleza inigualables, al acompañar a su Hijo en su vida, Pasión y muerte.

María, Maternidad desde la más profunda generosidad, para dar espacio desde sus entrañas al ser más maravilloso para una madre, su hijo; hospedarlo, cuidarlo y producirle bienestar y seguridad.

¿Nos hemos preguntado en cuál espacio hemos estado mejor? Sin duda en el vientre de nuestra madre: calientitos, alimentados constantemente, arrullados por el latido de su corazón, convencidos de que todo está bien por la protección y la acogida amorosa de ese refugio, amados y con un profundo sentimiento de pertenecer a un pequeño mundo donde sólo estábamos nosotros con ella, en perfecta armonía.

¡Qué sano es recordar, al pensar en María, la grandeza de nuestra madre terrena, y así mismo aceptarla desde sus propias ideas y su propia historia, decirle hoy los que la tenemos viva: GRACIAS y recostarnos cerca de su corazón. Y quienes ya no lo puedan hacer personalmente, vivirlo a través de su recuerdo, y darle las GRACIAS por medio de la Virgen, Madre de todos los seres humanos.

Qué mejor que lo que nuestra madre, siendo ejemplo vivo de Maria, nos enseñó a sentir, lo podamos hoy transmitir y regalar a otros. Demos amor abundante a todo el mundo, desde nuestra mirada de acogida, desde nuestro saludo, desde el contacto físico, desde la alegría de sentirnos en comunión con los demás. También ésta es una invitación a darnos a nosotros mismos mucho amor. 

Gracias María, Madre de Dios, por el ejemplo que le diste a mi madre, y gracias por enseñarme a vivir la maternidad con los mejores regalos del mundo: los hijos.