Entrar en la casa de María

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• Salimos por un momento de nuestras cosas y tareas para entrar en la casa de María. No hace falta ir muy lejos, porque ella está metida de lleno en los pequeños detalles de la vida. La puerta está siempre abierta. Los motivos por los que queremos estar con la Madre pueden ser muchos, no importa. Nos acercamos a María con una actitud de sorpresa, de asombro, de alegría, de encuentro misterioso y apasionante. Y lo hacemos como quien tiene sed y quiere beber, como quien quiere contemplar la belleza. Ella nos invita y nosotros aceptamos gustosos.

• Más o menos así piensan millones de peregrinos que, en los más recónditos lugares, se ponen en camino para visitar a María, la de las mil invocaciones. Van y la miran y se sienten mirados. Sus ojos se encuentran y algo pasa. Iban con los problemas en las manos, con el dolor, con la esperanza. Vuelven a sus casas con la alegría de la sonrisa de María, con su belleza grabada en las entrañas, con fuerzas para continuar la tarea de un mundo nuevo iniciada por Jesús. 

• María no está separada de la comunidad, no vive vida aparte. Nos acompaña en el camino, vive en nuestra casa. María es de todos, entra en la casa de todos. Todos quieren descubrir en ella el rostro materno de Dios. 


Fuente: cipecar.org