Entrevista a María de Nazaret

Padre Máximo Álvarez Rodríguez 

 

Con motivo del año de la Inmaculada

Hace algunos días, desde estas mismas páginas, ofrecíamos una entrevista a Jesucristo con motivo del Año de la Eucaristía. Puesto que también su madre está de celebración, con motivo del ciento cincuenta aniversario de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción, nos parece justo y oportuno dedicarle este reportaje. Cada semana las revistas del corazón nos ofrecen entrevistas con mujeres bastante menos famosas e importantes, de ahí que no vamos a perder la ocasión de entrevistar a la mujer más famosa de la historia.

- Buenos días, María. ¿Eres realmente la mujer más famosa de la historia?

Si hicieras esta misma pregunta a cualquier otra mujer y te respondiera que sí, tal vez pensarías de ella que estaba pecando de orgullo. Pero si yo te dijera que no soy la más famosa estaría mintiendo. Ahora bien, que yo sea famosa no es ningún mérito propio, sino de mi hijo Jesús. En cierta ocasión, hace ya muchos siglos, se lo dije a mi prima Isabel: desde ahora todas las generaciones me llamarán dichosa, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mi, derribando a los poderosos de sus tronos y encumbrando a los pobres. Dios es el verdaderamente importante y famoso.

- ¿Soñaste alguna vez con ser la madre del Mesías?

Ciertamente no. Antes la vida era bastante más breve que ahora y a partir de los trece años ya estábamos pensando en casarnos. En mi caso ya estaba prometida en matrimonio con José. Yo esperaba la llegada del Mesías prometido, pero de ninguna manera podía imaginar que iba a ser su madre.

- ¿Qué supuso para ti el ser la madre de Jesús?

En realidad nuestra vida en Nazaret era absolutamente normal, como la de las demás familias. A nadie del pueblo se le pasó por la cabeza pensar que aquel niño era un niño distinto de los demás. La gente le llamaba “el hijo del carpintero”. La primera vez que a mi hijo, a los treinta años, se le ocurrió decir en la sinagoga que él era el enviado de Dios anunciado por los profetas quisieron precipitarlo por un barranco. Todo el mundo lo quería mucho y le escuchaban con interés cuando leía las Escrituras, pero tan pronto como hizo ese comentario, se escandalizaron. En este sentido a mi siempre me trataron como a una vecina más. Cuando veo los cuadros e imágenes que me han hecho, reconozco que lo hacen con mucho cariño, poniéndome ropa lujosa y joyas preciosas. Pero jamás en mi vida tuve nada de eso. Humanamente hablando, de cara a la gente, ser la madre de Jesús no supuso para mi ningún privilegio.

- ¿Qué tal se portaba el Niño Jesús?

Siempre fue un buen hijo, pero no sería normal si no fuera un poco travieso como los demás niños. En cierta ocasión me hizo sufrir mucho, con motivo de las fiestas de Jerusalén. En lugar de regresar con nosotros se quedó allí. No veas qué angustia hasta encontrarlo. Después me dio una explicación que yo no entendía del todo, pero siempre nos tuvo un gran respeto. Puedo decir, y no porque sea su madre, que era un muchacho ejemplar.


- Ya sabemos que en tu vida ha habido momentos especialmente dolorosos, ¿qué tienes que decir al respecto?

No es cuestión de ahondar en ello. Tú sabes que desde el nacimiento de Jesús hasta su muerte he sufrido bastante. Ya alguien me dijo en el Templo que una espada me atravesaría el alma. Sin duda lo más doloroso fue ver cómo lo detenían injustamente hasta llevarlo a la cruz. Pocas cosas hay más duras para una madre que ver cómo asesinan de manera tan cruel a su hijo. Así como creo que no se corresponden con la realidad algunas representaciones que han hecho de mi, me siento muy identificada con la artista que representa mi papel en la película de “La Pasión”. Y me siento identificada con todas las personas que sufren.

- ¿Qué opinas de la sociedad actual?

A estas alturas, después de veinte siglos, pocas cosas me sorprenden. Cuando mi hijo vino al mundo, la sociedad estaba muy mal, había guerras, injusticias, tiranía y crueldad por todas partes. Vino al mundo precisamente para que el mundo cambiara, de acuerdo con los deseos de Dios Padre. Algo ha mejorado, pero falta mucho camino por andar. Yo sufrí con él al lado de la cruz y sigo sufriendo porque veo que en cierta manera se ha avanzado muy poco. Él decía que el Reino es como una semilla pequeña que va creciendo lentamente hasta dar lugar a un árbol grande y se que no se puede perder la paciencia. Me gustaría gritar a todo el mundo lo que dije en Caná: Haced lo que él os diga. 

- ¿Qué esperas de este año de la Inmaculada?

Me llaman la Inmaculada porque el Padre quiso que fuera concebida sin pecado. No es mérito mío. El pecado y Dios son incompatibles. A causa de los pecados del mundo murió mi hijo. Me gustaría que entendierais la maldad del pecado, que descubriérais la belleza de la gracia, de la limpieza de pecado. No le faltaba razón a quien dijo que el mayor pecado es pensar que el pecado no existe. Todos los días surgen en la tierra noticias de males de uno y otro tipo, pero el mayor mal, la raíz de todos los males es el pecado. Para mi, que soy madre de Jesús pero también madre vuestra, no habría mejor homenaje que comprobar que la humanidad lucha contra el pecado: que desaparece la falta de fe, el egoísmo, todo lo que suponga ofender a Dios y al prójimo. Las primeras palabras de Jesús fueron “convertíos, que el Reino de Dios está cerca”. Espero y deseo que se produzca esta conversión. Conozco la felicidad del cielo y os digo que merece la pena esforzarse en alcanzarlo, pero sigo mirando a la tierra y sufro por lo que veo, precisamente porque os amo. Por eso mismo sabéis que estoy siempre dispuesta a ayudaros.

Gracias, Señora. Gracias, Madre. Tú eres nuestro consuelo y esperanza.