María, Madre y discípula

María Gloria Ladislao    

Una discípula atenta sigue los pasos de su Maestro:
de Nazaret a Caná, de Caná a Cafarnaún, de Cafarnaún a Jerusalén. 
Desde los inicios en su vida pública hasta sus últimos días en la cruz. 

Un seguimiento, que es andar como el Maestro,
estar atenta a lo que pasa. 
Ella es la que se entera de que no hay vino. 
Ella es la que, desde la intimidad de la mesa familiar, sabe lo que falta. 
Conoce también lo que nadie se anima a decir: 
Que nos quedamos sin el vino de la alegría, 
que nos quedamos sin las ganas de festejar, 
que el corazón se nos viene endureciendo tanto,
que ya no podemos compartir lo que es gozo para otros… 
Ella es la que lo pide el vino por nosotros, es la que lo pide con nosotros. 
Entonces, es abundante, y es tan bueno esto que nunca habíamos conocido una experiencia maravillosa… 
no sabíamos que se podía estar tan pleno. 
Gracias a María disfrutamos que Dios no es mezquino; que cuando él da, siempre sobra. 

Un seguimiento, que es andar y escuchar al Maestro, aun sin comprenderlo. 
Ahí están ella y los parientes, junto a la puerta en Cafarnaún, sin recibir ningún trato especial, 
sin ningún privilegio ni explicación en privado. 
Ahí, otra vez, hay que hacer lugar para guardar las palabras en el corazón, porque las cosas que dice el Hijo Maestro no son iguales a las que siempre hemos escuchado; y, así como nos alegran nos defraudan. 
Nos sacan de la seguridad religiosa donde queríamos estancar nuestra relación con Dios 
y nos exigen lanzarnos a caminos nuevos, 
que no hemos transitado antes y que no sabemos qué se traen. 

Un seguimiento del Maestro, por ese camino desconcertante que conduce a la capital, al centro religioso, donde están los enemigos. 
Un camino que lleva a la cruz.
Y allí, en la cruz, 
el camino se ensancha para la madre discípula. 
No era sólo para este Hijo que ella viviría, no era sólo para él que había dicho que Sí. 
El camino se ensancha, desde la cruz, toma el rumbo de los cuatro puntos cardinales: discípulos y discípulas, a lo largo y a lo ancho del mundo, 
seguiremos el camino con ella.

Entonces el corazón grande de la mujer discípula
que sabía guardar las cosas de Dios  ahora tiene lugar para acoger a todos los hombres y mujeres: 
a los que les falta el vino de la alegría y a los que les falta el pan en la mesa, a los que les cuesta caminar, a los inseguros y desamparados, 
a los crucificados de todos los tiempos.
Ella sigue caminando. 
Ella continúa atenta.