María y la mujeres

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Hablar de María es hablar de la SENCILLEZ en persona. Es remontarnos a la vida de una pobre jovencita de un pueblo humilde de Palestina, un pueblo casi desconocido para todos. María es ese prototipo de mujer que no contaba mucho en la sociedad de su tiempo porque era pobre y porque era mujer, y sin embargo es justo a ella a quien Dios le envía a un ángel para decirle: “alégrate, favorecida, el Señor está contigo” (Lc 1,28). Ella es la escogida por Dios para ser la madre de aquel que debía traer la Buena Nueva a su pueblo. 

Ése prototipo de mujer de un pueblo olvidado de Palestina es quizá el prototipo más fiel de muchas mujeres de hoy, en muchas partes del mundo, pero particularmente de muchos países en vías de desarrollo, que por su estructura social, política y en especial, económica, no son muy relevantes en el mundo de hoy.
Es ella misma quien luego dirá: “Me llamarán bienaventurada todas las naciones”. Y efectivamente así ha sido, y así es, empezando por su nombre de María. Sólo hay que ver cuantas personas, hombres y mujeres hoy día en el mundo llevan el nombre de María como su propio nombre. Cuantas María, María José, Ana María, María Pilar, o José María, Jesús María, Mariano, Mario y también los demás nombres de María como Pilar, Fátima, Lourdes, Dolores, Socorro, Rosario, Guadalupe, etc… Estos y muchos nombres más vienen de la misma fuente, y esa fuente es aquella humilde jovencita de Nazaret que un día dijo sí al proyecto de Dios en su vida. Ella por tanto se ha convertido en la primera misionera del Padre que con ese simple SÍ, que dijo al ángel, hizo que Jesús fuera anunciado a muchas personas y en muchos rincones del mundo y, sobre todo, que Jesús estuviera presente en medio de nosotros.

Esa humilde jovencita de Palestina es la misma que hoy es saludada por millones de personas y recordada como la Virgen María – Nuestra Madre- Ella es la venerada e invocada por muchas personas en muchos lugares del mundo, y es ella la que representa una vez más, esa lógica de Dios que tantas veces nos resulta difícil de comprender y que tantas otras nos desmonta todos los esquemas sociales políticos y religiosos que nosotros mismos nos hacemos.

¿Cómo explicar hoy en día que fuera de una mujer sencilla y humilde, de un pueblo escondido en el último rincón del mundo, de donde saliera el salvador? ¿Cómo explicar hoy en día en esta sociedad, donde los que cuentan son los que tienen poder y los que ejercen la fuerza, que una mujer que no contaba para nada en la sociedad de su tiempo, sea hoy la intercesora en casi todo cuanto sucede en nuestra sociedad actual? ¿Cómo explicar todo esto si es que tiene explicación? Y, sin embargo, esa sigue siendo la lógica de Dios, construir desde lo que no cuenta y hacerlo grande a los ojos de la humanidad.

Puede ser que esa lógica de Dios, no la entendamos muy bien pero lo que no podemos negar es que millares de mujeres han seguido el ejemplo de María y se han convertido también, desde el silencio, y la sencillez de sus vidas, en las grandes protagonistas de la misión. María fue la primera misionera del Padre, que anuncio a Jesús con su palabra y con su vida, que llevó a su prima Isabel un mensaje de aliento y de paz, y sobre todo, que le llevó en su vientre, al mismo Jesús, el cual llenó a Isabel de gozo y no sólo a ella sino también al que estaba destinado a ser el predecesor de Jesús Juan el Bautista al que Isabel esperaba con ansiedad.

Con todo lo que le sucedió a Isabel, no podría ser menos expresiva su reacción cuando María fue a su casa a visitarla y ella al verla, le expresó ese gran gozo que tenía diciéndole “bendita tú entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre” (Lc 1, 42).
Por otra parte, María, también representa ese símbolo de la mujer creyente y la mujer de fe, de ayer, de hoy y de siempre, ya que fue la primera en creer que todo aquello que le dijo el Ángel se haría realidad. Esa convicción profunda en Dios, también se hace realidad en aquellas mujeres que fueron al sepulcro vacío de Jesús y que fueron las primeras testigos del gran acontecimiento cristiano de la resurrección. Ellas al llegar al sepulcro, el día de la resurrección, vieron y creyeron, y son las mujeres, las mismas que hoy día en cualquier lugar del mundo, incluyendo los lugares mas remotos de la tierra, creen y anuncian a Jesús, aún sin haberlo visto, aún sin haberlo estudiado en ninguna parte, aún sin tener todas los conceptos teológicos de nuestra Iglesia de hoy, simplemente porque han creído, simplemente porque les ha movido el corazón, que es el lugar desde donde Dios actúa.

Ese ejemplo de María sigue siendo realidad hoy en muchas mujeres del mundo que al igual que María, desde su humildad y desde su sencillez, van por el mundo anunciando a Jesús como misioneras laicas y religiosas, como anunciadoras de la palabra y especialmente como catequistas. En el mundo entero, la mayoría de personas que hacen ese primer anuncio de Jesús en la catequesis son mujeres. Son ellas las que movidas por su fe, dan parte de su tiempo y de su esfuerzo para dedicarlo a los niños, a los jóvenes y a los adultos que catequizan, y cada vez más, son ellas, las catequistas, las primeras en hablar de Jesús a los niños. Primer anuncio que debe y debería darse en el seno de la familia pero que en nuestra sociedad moderna se ha delegado a las personas que se dedican a preparar a los sacramentos.

La mujer, por consiguiente ha sido y sigue siendo un punto de apoyo vital, en la Misión y en la vida cristiana. Son muchas las mujeres que han hecho posible que lo que hoy es la Iglesia y lo que hoy es la misión sea una realidad. Son muchas las mujeres que han donado totalmente sus vidas para que el nombre de Jesús sea anunciado y conocido por todos, especialmente en aquellos lugares más remotos de la tierra donde no siempre es fácil llegar. Son muchas las mujeres que con su trabajo y con su esfuerzo han dado y dan testimonio de esa presencia de Jesús en sus vidas, son muchas las mujeres que incluso han llegado hasta el extremo de compartir la cruz de Cristo, dando sus vidas por el sólo hecho de creer y defender su fe, fundamentada en la locura y el escándalo de la cruz visto desde el sentimiento puramente humano pero que fue la gran expresión de Jesús de entrega y servicio.

Sin embargo, no podemos negar que a lo largo de nuestra historia cristiana ese protagonismo fundamental de la mujer no siempre ha sido reconocido, o no siempre se le ha tenido lo suficientemente en cuenta, y sin embargo eso no ha hecho que ellas abandonen su compromiso. Al contrario, hoy por hoy si miramos a nuestras Iglesias locales, son las mujeres las que colaborando con diferentes servicios, hacen realidad la Iglesia de hoy. Son muchas las mujeres que hoy encontramos en nuestras iglesias dedicadas a la pastoral de la salud, llevando una voz de aliento a los enfermos. Otras tantas dedicadas a la pastoral penitenciaria haciendo real esa presencia de Dios a aquellos privados de la libertad y así en muchos más servicios que ofrece la Iglesia a jóvenes, adultos y ancianos.

Si damos un vistazo a esa presencia de la mujer en la Iglesia nos podemos dar cuenta que esa figura de la mujer empieza a estar representada en Eva como la primera mujer que aparece en el Antiguo Testamento y de ahí en adelante ha habido muchas mujeres que han sido grandes protagonistas de esta historia de fe que juntos profesamos, entre las cuales encontramos obviamente la figura de la Virgen María.

Para citar algún ejemplo de mujeres protagonistas de esta historia podemos recordar a Rut. Una gran mujer, viuda, que sin pertenecer al pueblo de Israel demuestra una gran lealtad a su suegra y que adopta como suyos al pueblo y al Dios de Israel. Con lo que significaba en su tiempo que fuera mujer, que estuviera viuda y que fuera de otra cultura y que además dejara de ser moabita para llegar a ser israelita. Sin embargo es justamente por su testimonio de vida, que un rico pariente cercano de ella, se casa con ella conforme a las costumbres y leyes de aquella época, y que por ese matrimonio, Rut llegara a ser bisabuela del rey David y lejana antepasada de Jesús. Esta aparición de una extranjera, en tan ilustre genealogía, es ya la superación de todo nacionalismo y racismo, y una muestra de que cuando se tiene fe en Dios y se apuesta por Él, muchas cosas pueden darse, y muchas cosas pueden cambiar, ya que Él no hace distinción de personas, de colores ni de culturas.

También en esa historia de la vida de nuestros antepasados, encontramos a Ester, que siendo judía interviene a favor del pueblo de Israel (el pueblo que Dios guiaba), en un momento crítico de su historia, contribuyendo con su entrega, dedicación y fe, a mejorar la situación del pueblo que se encontraba en conflicto. Otro ejemplo muy representativo del Antiguo Testamento es Judit, que en momentos difíciles para el pueblo de Israel, interviene para salvar la vida de su pueblo. Y así como ellas encontramos a muchas otras mujeres que desde el anonimato, pero también desde la fuerza y valentía que las caracterizaba, contribuyeron en grandes logros del pueblo de Israel del Antiguo Testamento.

Ya en el Nuevo Testamento, los ejemplos podrían ser innumerables empezando por María y siguiendo por todas aquellas mujeres que siempre estuvieron al lado de Jesús, que siempre creyeron en su palabra y, sobre todo, que nunca lo defraudaron porque lo acompañaron y apoyaron tanto en los momentos buenos como en los difíciles. Y fue justamente en esos momentos difíciles donde muchas mujeres dieron respuesta de su fe, donde dieron razón del Dios en el que creían, y de su enviado que era Jesús, en el que ellas creían y a quién ellas seguían.

Y de ahí en adelante hasta nuestros días podrían ser incontables las historias de mujeres que por su fe han contribuido y siguen contribuyendo a la construcción del Reino de Dios. Todas ellas son la fiel imagen de María, a quienes muchos pueblos hoy veneramos con especial devoción, y a quien constantemente pedimos su intercesión.
En la historia del mundo y de España, se mantiene una especial devoción a María como madre y como protectora. Con ella que el pueblo se siente identificado y de manera especial las mujeres. Es a ella a quien muchos hombres y mujeres de nuestro pueblo llevan en el silencio de sus vidas y de su corazón, porque saben que llevar a María en su vida, es llevar la esperanza de poder llegar donde ella llegó, es decir, poder hacer lo que ella hizo, ser persona y ser de Dios y sobre todo, tener la esperanza y la certeza, de que ella es camino seguro para llegar a Dios.

La figura de María, es la misma figura de aquellas mujeres y hombres sencillos que llevan consigo la esperanza de la vida. Es la historia de un pueblo que amparado en María, sigue llevando desde la sencillez de una oración como el Avemaría, todas las cargas, a veces muy pesadas, de una sociedad moderna que lucha para buscar cada día nuevos horizontes. Sin embargo, lo más sorprendente que podemos encontrar en María, es que ella fue capaz de combinar perfectamente dos realidades. El ser una mujer común y corriente de su pueblo, y desde ahí, actuar como cualquier otra mujer de su pueblo y de su sociedad, y segundo, el ser totalmente de Dios, porque desde el momento en que Dios le envió al ángel, María se consagró totalmente a Dios y se entregó por completo a la causa de Jesús.

Estas dos facetas de María hoy día a nosotros nos pueden resultar bastante difíciles de combinar, pero María las hizo realidad. Estas dos facetas de la vida son las mismas que muchas mujeres han intentado vivir y para lo cual han dedicado todo su esfuerzo y toda su vida, siendo mujeres de su pueblo, pero teniendo muy presente que Dios está en el centro de su vida, y es ese mismo ejemplo de humildad, sencillez y entrega de María, el que todos deberíamos seguir aquí o en cualquier parte del mundo donde nos encontremos. 

Para la reflexión en grupos

1. ¿Cuál es la imagen que nosotros tenemos hoy de María?

2. ¿Dónde o en qué espacios vemos o reconocemos la labor de la mujer creyente de nuestra sociedad?

3. ¿Es posible hoy día “en nuestra sociedad actual” ser totalmente del pueblo y ser 
totalmente de Dios?

Fuente: antenamisionera.org