Mujer del Vino Nuevo 

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Recientes estudios bíblicos han arrojado nuevas luces con respecto al episodio de las bodas de Caná, sobre todo en lo referente al papel de María. 

Este pasaje evangélico resalta la sensibilidad de la madre de Jesús, quien, con una total fineza femenina, intuyó la preocupación de los recién casados por el vino que se acababa. Ella incitó entonces a su Hijo a que actuara, librando a la pareja de un eminente ridículo. 

Parece ser, sin embargo, que la intención del evangelista no fue tanto la de mostrar el interés de María por las personas, o su poder de intercesión ante su hijo. Fue, más bien, la de presentarla como la mujer que al instante percibió que el mundo antiguo había llegado a su fin. Anticipándose a la “hora” de Jesús, ella introdujo en el banquete de la historia no sólo las tinajas de la fiesta, sino también el primer fermento de lo nuevo. 
Fiesta y novedad irrumpen, pues, en la escena ante su expreso llamado. Para confirmarnos esto, Juan hace notar un detalle significativo: habían seis tinajas de piedra para la purificación de los judíos. Puesto que habían seis - y no siete, el número perfecto- éstas simbolizan lo que aún no ha llegado a su plenitud. 

El que María se haya dado cuenta o no de que la antigua alianza estaba a punto de cumplirse en la nueva, ella valientemente fomentó esa transición. Al intervenir con anticipación, ella le pidió a Jesús un adelanto del vino de la nueva alianza que, en su presencia, se derramaría de manera inagotable a la hora de la cruz. 

“No tienen vino”. Éste no fue un simple acto de delicadeza providencial para evitar la vergüenza de los recién casados; fue un grito de alarma que buscó evitar la muerte en el mundo. 

Santa María, mujer del vino nuevo, ¡cuántas veces hemos visto también que el banquete de la vida disminuye y la alegría se desvanece de los rostros de aquellos que están a la mesa! No tenemos vino para la fiesta. 

Aunque la mesa no carezca de otra cosa, sin el vino se pierde el gusto por el pan. Comemos sin ganas, sin hambre de verdad. Los platillos suculentos de nuestra cocina han perdido sus antiguos sabores; incluso las frutas exóticas tienen ahora poco que ofrecernos. 

Tú conoces bien la causa de esta insipidez. Las reservas del sentido de las cosas se han agotado. Puesto que ya no tenemos vino, los aromas ácidos de las uvas pisadas no nos han agradado por algún tiempo. En la bodega del vino ya no fermentan los antiguos barriles, las pipas vacías producen sólo sedimentos de vinagre. 

Actúa por compasión a nosotros, y devuélvenos el gozo de vivir. Sólo así las tinajas de nuestra existencia rebosarán de significado. El gozo de vivir y hacer vivir nos llevarán a alturas vertiginosas. 

Santa María, impaciente promotora del cambio, en Caná de Galilea apresuraste el más grande debut de la historia. A petición tuya, el vino mesiánico de la nueva alianza comenzó a fluir. Tú eres para nosotros el símbolo imperecedero de la sobre abundancia de la gracia. 

Obtén gracia para nosotros. Líbranos, te pedimos, de la recompensa fácil, de las pequeñas “conversiones” que no cuestan, de soluciones cómodas. Presérvanos de las falsas seguridades en nuestras áreas cerradas, de no expandir nunca nuestros horizontes, de la confianza incondicional en nuestros propios planes. 

Cuando comencemos a sospechar de que el viejo vino se sale de los odres, danos sabiduría para reemplazar los recipientes. Cuando el conformismo con el “status quo” nos haga estar muy cómodos, inspíranos la resolución de empacar nuestra tienda de campaña. Si nuestra energía se tambalea, inflama nuestros corazones con el valor de dar nuevos pasos. Haz que entendamos que al cerrarnos a la novedad del Espíritu, obstruimos nuestro crecimiento espiritual. 

Santa María, mujer del vino nuevo, te damos gracias, porque con las palabras: “Haced lo que Él os diga”, descubres para nosotros el misterio secreto de la juventud. Tú nos confías el poder de despertar el amanecer, aun en las profundidades de la noche.