María opción por la solidaridad

Padre Juan Manuel del Río C.Ss.R. 

 

Para entender.

En lo religioso, el ser humano es insaciable. Cuántos libros no se habrán escrito sobre las distintas religiones, y sobre la oración como actitud del creyente ante el misterio. Pero el ser humano siempre necesita más, busca más.

En parte se debe precisamente a que no puede abarcar el misterio, le desborda, y se produce ese arco de tensión que le mantiene unido con lo inabarcable.

La religión es conectar con lo inabarcable, con el misterio transcendente; por eso, la religión es, sobre todo, adoración, contemplación, abrir el corazón a Dios... Pero también a los demás.

María mujer creyente y solidaria.

Es lo primero que hay que destacar en María, que es mujer creyente. Dios está con ella y ella con Dios. Y el lenguaje para comunicarse con Dios es la oración.

La oración abre el corazón a Dios. La oración abre el corazón al prójimo. Es natural, pues, que cuando Dios le pide, desde su libertad de mujer y de creyente, respuesta a su plan de salvación, María responda: “Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38).

Y enterada del embarazo de su prima Isabel, se ponga en camino para atenderla.

Es la actitud lógica de una persona, como María, creyente, y profundamente religiosa.

Ser creyente significa, en consecuencia, salir de sí misma. Y María sale de su mundo, de sí misma, y viaja a toda prisa a la montaña, a Ain Karen, (Lc. 1,39),

La religión es solidaridad.

Ninguna religión tiene el monopolio de la verdad, ni la exclusiva de la salvación, pero algo imprescindible en esa porción de salvación y de verdad que corresponde a cada religión es la solidaridad.

Sin solidaridad no hay religión. La solidaridad es arco de unión, de encuentro, y signo visible de toda religión también. Y así, cuando en aras de esta solidaridad se produce el encuentro entre María e Isabel, la reacción lógica en Isabel es prorrumpir en un grito de gozo: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!”.

Y la respuesta agradecida de María es, desde el “Magníficat” (Lc 1,46-55), un canto de acción de gracias al Dios en quien cree.

Sale de sí misma, para proclamar con fuerza la verdad de Dios, que es Salvador, Liberador: “Se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador”.

Y reconoce, agradecida. La actuación de Dios en ella: “El poderoso ha hecho obras grandes en mí”.

Y se rinde en adoración ante Dios: “Él es santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación”.

Sin ni siquiera darse cuenta, María nos descubre la clave del actuar de Dios: Su solidaridad. Dios es solidario, sobre todo con los pobres y humildes.

Y nos descubre la santidad de Dios: El Dios santo y misericordioso, que actúa a favor de los más pobres y humildes.

Dios es solidario.

Y lo demuestra haciéndose hombre en Jesús.

Porque Dios es solidario, viene a salvar al hombre, varón y mujer, de toda esclavitud, sobre todo la más alienante de todas las esclavitudes: el pecado.

La religión, o es solidaria o no es religión. La solidaridad va más allá del culto.

A Dios hay que adorarlo en espíritu y verdad.

Y María lo sabe. Y desde su fe de mujer creyente, sintoniza con el Dios de la solidaridad, al que había aceptado plenamente en su corazón y en su vida.  

María, modelo de solidaridad.

Es uno de sus rasgos inconfundibles que aparecen a lo largo y ancho de todo el evangelio. Está siempre al lado de Cristo, y al mismo tiempo, y por lo mismo, está al lado de cuantos la necesitan.

“No tiene vino” (Jn 2,3), dirá en Caná. Y su intervención hace que no falte ni el vino real ni el metafórico de la alegría y de la solidaridad entre las gentes.

Como destacó Juan Pablo II en la “Sollicitudo Rei Socialis”, “su solicitud maternal se interesa por los aspectos personales y sociales de la vida de los hombres en la tierra”.

Viendo la actitud de María, cabe preguntarse: ¿Dónde está nuestra solidaridad? ¿Cuál es el grado de nuestra religiosidad?

Adorar a Dios en espíritu y verdad.

Es importante tener una idea cabal de Dios, porque dependiendo del concepto o imagen que tengamos de Él así será nuestra vida.

Si tenemos la idea de un Dios que está en la estratosfera, por lejano, no nos interesará. Si pensamos que Dios es alguien que está esperando que cometamos una infracción para castigarnos, le tendremos miedo. Pero Dios no es el Dios ausente o el Dios del miedo.

Urge dar el paso progresivo y rápido de un Dios considerado como Poder a un Dios adorado gozosamente como Amor. La omnipotencia de Dios está en el amor.

Sólo el amor nos hace libres. Sólo el amor nos lleva hasta Dios. Que por algo Dios es Amor.

Dios es dinamismo de amor. Por consiguiente es el Dios de la ternura. Por eso se ha hecho Hombre entre los hombres.

No tener esto claro, sería lo mismo que desconocer a Dios y, en consecuencia, fabricarnos un Dios falso. Y hoy abundan los falsos dioses, los ídolos de la conveniencia que a diario nos fabricamos.

Urge descubrir al Dios del Amor.

Si no hemos descubierto que Dios es Amor, nuestra relación con Él será el miedo o el interés egoísta.

Pero el miedo lleva a estar a la defensiva. Y en consecuencia, desaparece la libertad.

Pero Dios, por ser el Dios del Amor es al mismo tiempo el Dios de la Libertad.

La religión verdadera está hecha de amor, de solidaridad y de libertad.

El miedo crea la magia.

María ha optado por el Dios del Amor, de la Libertad, de la Vida.