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Dios
mismo llama a las puertas de la voluntad de María
Santa
Catalina de Siena
"Tú,
oh María, eres como un libro en el que se halla descrito nuestro modo de
obrar. En ti se halla descrita la sabiduría del Padre eterno y en ti se
manifiesta hoy la dignidad, la fortaleza y la libertad del hombre. Si
considero tu inmensa determinación, oh Trinidad eterna, veo que en tu luz
tuviste en cuenta la dignidad y nobleza de la familia humana. Efectivamente,
igual que tu amor te obligó a producir desde ti mismo al hombre, así este
mismo amor te obligó a redimirlo cuando ya estaba vendido y perdido. Bien
demostraste amar ya al hombre, incluso antes de que existiese, cuando
quisiste sacarlo de ti mismo movido sólo por amor. Pero aún demostraste un
amor hacia él todavía mayor cuando te diste a ti mismo a él y hoy te
encierras en el envoltorio humilde de su humanidad. ¿Y qué más podías
darle que darte a ti mismo? Verdaderamente puedes decirle: ¿Qué más cabía
hacer por ti? — incluso: ¿qué más «podía » hacer que yo no lo haya
hecho? (Is 5, 4).
Por tanto compruebo que todo lo que en tu grande determinación vio tu
sabiduría eterna que debía hacerse en orden a la salvación del género
humano, esto fue lo que tu clemencia inefable quiso hacer y lo que tu poder
hoy realizó.
¿Qué has hecho? ¿Qué determinaste en tu sabiduría eterna e
incomprensible de modo que cumpliendo tu decisión a la vez fuese obra de
misericordia y de modo tan perfecto cumplieras con tu justicia? (Tt 3, 5) ¿Cuál
es el remedio que nos has dado? Este es el remedio oportuno: has dispuesto
darnos a tu Palabra unigénita para que tomando ella la masa de nuestra
humanidad, que te había ofendido, sufriendo después ella misma, diera así
satisfacción a tu justicia no por la fuerza de la humanidad sino de la
divinidad unida a la misma humanidad. De este modo satisface a la justicia
el mismo hombre que había pecado y tu designio se cumple cuando por tu
misericordia das al hombre tu Unigénito para que así el hombre pueda
librarse de la culpa satisfaciendo por la fuerza de su divinidad.
Oh María, veo que la Palabra se da en ti, y, sin embargo, no se separa de
su Padre, como la palabra en la mente del hombre, que si bien se pronuncia
externamente y se comunica a otros, sin embargo, no abandona o se separa del
corazón. Por todo ello se ve la dignidad del hombre, ya que por él has
hecho tantas y tan grandes cosas.
También en ti, oh María, se manifesta hoy, la fortaleza y la libertad del
hombre. Después de la deliberación de tan gran designio fue enviado a ti
el ángel y te anuncia el mensaje de la divina decisión, pidiendo tu
consentimiento; y el Hijo de Dios no baja a tu seno antes de que tú dieras
el consentimiento de tu voluntad. Estaba esperando a las puertas de tu
voluntad para que abrieras al que quería venir a ti; nunca hubiera entrado
mientras tú no abrieras la puerta al decir: Aquí está la esclava del Señor,
hágase en mi según tu palabra. (Lc 1, 38) Golpeaba a tu puerta, oh María,
la eterna Deidad, pero si no hubieras abierto las puertas de tu voluntad,
Dios no hubiera tomado carne humana.
Sonrójate, alma mía: pues ves cómo hoy Dios contrajo e hizo parentela con
María. Aunque has sido creada sin tu participación, no serás salvada sin
tu participación.
Oh María, dulce amor mío, en ti está escrita la Palabra de la que
recibimos la doctrina de la vida; tù eres la tablilla en la que está
grabada esta Palabra y tú nos ofreces su doctrina".
De las Oraciones de santa Catalina de Siena, virgen y doctora (OR, XI,
Anunciación 1379; ed. G. Cavallini, Roma 1978, pp. 123-129)
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