María y la Eucaristía

Padre Tomás Rodríguez Carbajo  


1.- Vínculo entre la Eucaristía y la Virgen.

- Cristo es uno y el único: el que nace en Belén, el que muere en el Calvario y el que resucita en Jerusalén. Es el Hijo de María y el mismo que está presente en la Eucaristía: "Se nos ha dado, ha nacido para nosotros de María Virgen.

- No podemos separar ni prescindir en ningún momento, en nuestra condición de cristianos, de la presencia de María, pues, no hay cristianismo sin Cristo y no hay Cristo sin María.

- La Eucaristía es una manifestación real de todo el misterio de Cristo, ya que en ella está presente como encarnado, muerto y resucitado, lo está de una manera real no aparente, verdadera no ficticia. San Gregorio Niseno llama a la Eucaristía, no sin razón, "misterio de la Virgen".

- El cuerpo de Cristo presente en la Eucaristía es el que fue formado por el Espíritu Santo en el seno de María de su sustancia materna; pero no decimos que la carne de Cristo sea la mismísima carne de María, Madre de Dios. Es un error decir que la carne de Cristo es la misma de su Madre, en cuanto que la parte tomada de Ella permaneció siempre íntegra en el Hijo.

- No debe decirse que en Cristo hay algo de María, sino que Cristo fue concebido de María Virgen, y por lo tanto en la Eucaristía no está la carne de ésta, sino la de Cristo tomada de la Virgen.

- La piedad medieval acuñó en una expresión el vínculo estrecho entre la Eucaristía y la Virgen María: "Caro Christi, caro Mariae". La carne de Cristo en la Eucaristía es, sacramentalmente, la carne asumida de la Virgen María.

- Aunque se trata muy poco la relación de María con la Eucaristía, tal relación existe, es recíproca y de gran provecho espiritual.
Porque María nos dio a Cristo, lo tenemos: Encarnado, crucificado, resucitado y sacramentado: Es el mismo, nos lo decía el tríptico clásico:
Se hizo por nosotros: Carne, cruz y pan.

2.- Así se entendió en el cristianismo la unión de la Eucaristía y la Virgen.

- María nos lleva a Cristo. Ella no quiere protagonismo, nos ha dejado la clara recomendación: Haced lo que El os diga (Jn. 2, 5). María nos lleva a la Eucaristía, porque en ella está la fuente y cumbre de toda la vida cristiana.

- Como la verdadera devoción a María tiene que ser santa, es decir, que sea un medio y un reflejo del amor de Dios, por eso se explica que en los santuarios marianos se frecuente el sacramento de la conversión o penitencia, pues, no se entiende el que alguien diga que ama a la Madre y no al Hijo.

- Juan Pablo II en la encíclica Madre del Redentor" n 44 nos dice que María guía a los fieles a la Eucaristía.

- También la Eucaristía nos lleva a María, pues, no podemos separar a Cristo de su Madre, El ha querido establecerlo así y no somos nosotros quienes para corregir los planes de Dios.

- En el evangelio de San Juan vemos la unión del misterio eucarístico y la evocación de la Encarnación: Jesús es el Pan Vivo bajado del cielo para la vida del mundo (Jn. 6, 5). El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros (Jn. l, 14).

- La piedad cristiana de maneras diversas nos manifestó la unión estrecha entre la Eucaristía y la Virgen:
. En su cántico de alabanza tan popularizado: "Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar y la Virgen concebida sin pecado original".

. En la custodia de Arte de Sevilla tiene un lugar destacado una imagen de la Inmaculada como orante entre las lumbreras de la teología cristiana, los cuatro Padres de la Iglesia:
S. Jerónimo, S. Ambrosio, S. Gregorio y S. Agustín.

. Los "Seises" de Sevilla danzan ante el Santísimo con el privilegio de hacerlo cubiertos en dos fechas claves: En el Corpus y en la Inmaculada.

. A los pueblos colonizados de América dos devociones de manera especial les llevaron los descubridores, que aún permanecen: La devoción a la Eucaristía y a la Virgen. La Virgen del Puerto de Santoña (Santander) partió en la nao de Juan de la Cosa, insigne cartógrafo del descubrimiento de América. Esta imagen llevaba en su pecho un relicario en el que portaba la Eucaristía, así aquellos legendarios navegantes no dudaban en lograr su más sublime esperanza, pues, Cristo llevado por María nacería también para los Nuevos Mundos (Miriam, n 259).