María ejemplo de Alegría

Padre Tomás Rodríguez Carbajo


1. - María se unió al gozo y alegría del pueblo de Dios. Dios creó al hombre para que fuese alegre y feliz; no podía ponerle la alegría y felicidad fuera de Sí mismo, de ahí que al pecar el hombre le abre a una esperanza de salvación, esto será el norte que orientará toda la vida del pueblo de Dios.
“La alegría de la salvación se va comunicando a través de toda la historia profética del Antiguo. Israel. Ella se mantiene y renace indefectiblemente a través de pruebas trágicas debidas a infidelidades culpables del pueblo elegido". (Pablo VI, G. in D.).
María como buena israelita cantó los salmos en los que la alegría de vivir con Dios y para Dios aparece con claridad, como la alegría profetizada en favor de la Nueva Jerusalén rescatada del destierro y amada místicamente por Dios. También con los salmos se educó en “Magníficat" y “dar gracias" al Señor por las ”maravillas " realizadas en favor de su Pueblo.

2.- María experimentó como nadie las primicias y la profundidad de la alegría mesiánica.
María no sólo se alegró en la esperanza de la salvación, sino que fue Ella la primera agraciada con la venida del Mesías, por ser redimida y Madre del Salvador.
"Con su cercanía a Cristo recapitula en Sí misma todas las alegrías, vive la perfecta alegría prometida a la Iglesia: Madre llena de santa alegría... y con razón se la invoca como causa de nuestra alegría". (Pablo VI. G. in D.)

3.- María expresó su alegría en el canto del "Magníficat".
Juan Pablo II en una homilía a los enfermos el 11 de Febrero de 1981 nos cuenta los afectos que suscita en él el Magníficat, al que considera el himno de todos los humildes, pobres y pequeños de este mundo:
- "El Magníficat es la alegría que surge del estupor ante la fuerza omnipotente de Dios, que puede permitirse realizar "cosas grandes".
- Es la alegría por la justicia de Dios, que "derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes".
- Es la alegría por la misericordia de Dios, que acoge bajo las alas de su amor a los hijos de Abraham "de generación en generación".
Cuando María lo pronunció gravitaban en su espíritu interrogantes sobre las reacciones de su esposo y sobre lo que sería su Hijo, pero esto no fue obstáculo para que la alegría sobrepase esas incógnitas.