Piropos a la Virgen

Padre Tomás Rodríguez Carbajo


Hay ciertas personas que con una gracia especial dirigen una alabanza afectuosa a alguien para ganar su voluntad, es lo que comúnmente nosotros llamamos piropo.
La causa del piropo puede ser la admiración que causa la presencia de aquel o aquella, a quien nos dirigimos; de esa manera discreta, pero elegante y ciertamente muy elogiosa, denota en quien lo profiere una cierta agudeza mental para expresar la impresión que en él ha quedado grabada.
La finalidad del piropo es sencillamente llamar la atención de aquella persona a quien se lo dirigimos.
El saludo del ángel a María en la Anunciación ¿no es el primer piropo que recibió? Encontramos en el Evangelio varias expresiones elogiosas a María, que también las podemos clasificar como piropos.
Con el salero que muchos tienen, se encontrasen físicamente en nuestras calles con María ¿qué no le dirían? Ellos se quedarían tan ufanas, y Ella se sonrojaría, pues, aunque acostumbrada a las continuas alabanzas, no por eso deja ser la mujer más sencilla y humilde, que nos podemos imaginar.
No es ninguna falta de respeto piropear a la Virgen, nadie como Ella se los merece, sería enorme la lista que podríamos recopilar.
Con admiración empapada de cariño podemos hacer grupos muy variados de piropos según la causa de la admiración, que nos los hiciera proferir.
Vamos a fijarnos en tres causas:

1.- En la belleza:
"Madre, a pesar de lo que estudio, cuando te veo, me quedo suspenso"
"María, no pases por mi casa, me vas a volver loco"
"Parece mentira que en plena día se vean luceros así"
"¡Quién fuera espejo para quedarse con tu imagen!"
"Las flores te envidian, cuando pasas junto a ellas"
"Si tú fueras una flor, ya no sería yo zángano".

2.- En la acogida:
"¡Quién fuera cartero para llevarte mensajes de amor!"
"Quisiera ser pequeño para hacerte rabiar".
"Me gustaría ser posada para darte cobijo".
“Si yo fuera luna te haría cosquillas en los pies"
"No te cambiaría ni de bolsillo".
"Si al final de la carrera dieras un beso, yo entraría el primero".
"¡Quién fuera jabón para deshacerse en tus manos!".

3.- En la singularidad:
"María, de tu amor da gusto tener sed".
"Sólo tu mirada, Madre, me hace cosquillas"
"María, si te meten en la cárcel, hago oposiciones para carcelero".
"Siempre que te veo, mi corazón se convierte en campana"
"Nadie sabe tu apellido, pero sí tu nombre".
"María, pondría tu retrato en todos los billetes".
"A Ti nunca me atrevería a decirte: Lo siento".

Cada uno a su manera se dirige a María, si la contemplamos y nos admiramos ante su belleza, acogida o singularidad. ¿Por qué no decir lo que sentimos? Si lo haces, le has dicho un piropo a María.