María, dame hambre

Padre Tomás Rodríguez Carbajo


El problema que preocupa a muchas madres es que sus hijos no comen, no tienen hambre; tienen miedo que se apodere de ellos la anemia, que les costará mucho poder superar.
En el plano espiritual muchos sufrimos una anemia, que nos imposibilita cumplir debidamente con nuestras obligaciones, nos encontramos sin fuerzas, no tenemos ganas de hacer nada. Estamos débiles espiritualmente, no hemos comido lo suficiente, nos habría hecho falta haber tenido hambre. Hambre de... amor.
El amor es lo "nuestro", lo propio del cristiano, si no lo tenemos estamos adulterados, somos hipócritas, damos el camelo, engañamos a otros y a nosotros.
Necesitamos el hambre de amor que tenia María. Ella estaba continuamente atenta a cualquier necesidad, que surgiera a su alrededor. De lo poco que nos habla el Evangelio de María, sí nos da muestras suficientes del gran amor que poseía:
Acude rápidamente a prestar sus servicios a Isabel, se las arregla para que no queden en feo los recién casados de Caná, se presenta en los momentos duros del Calvario, acompaña a los Once en su preparación para Pentecostés. Ella sigue socorriendo con su mediación universal a toda necesidad que los hombres le presentamos.
Somos nosotros los que tenemos que descubrir la necesidad que nos rodea:
- La necesidad de desahogo personal que necesita aquel con quien nos cruzamos y que le creemos feliz, porque está rodeado de mucho confort.
- La soledad que tienen muchas personas, a pesar de estar rodeados de mucha gente.
- La vida gastada de los ancianos gracias a los cuales nosotros podemos ahora disfrutar de una saludable vida.
- Los enfermos y postergados en una cama, en su casa o en el hospital, los tenemos olvidados por el anhelo que tenemos de sacar el mayor jugo posible a la vida.
- El número grande de niños que han sido rechazados y eliminados antes de ver la luz del sol, a pesar de que disfrutamos con la gracias de los pequeños
- El problema del paro, pues, a nosotros no nos falta trabajo.
- Las personas marcadas por las secuelas del vicio del alcohol o la droga las eludimos, pues, nos place el contemplar rostros sonrientes y bellos.
- La encerrona que sufren en muchas residencias varios ancianos, porque sus hijos quieren estar más liberados y así poder divertirse a sus anchas.
- El arrinconamiento del que son víctimas muchos subnormales y disminuidos físicos, porque no pueden llevar nuestro ritmo de vida.

En este mundo materialista queremos conseguirlo todo con dinero y éste no se puede canjear por la moneda legal que arreglaría todos estos males, que nos rodean, el amor.
Necesitamos amar, sentir hambre de amor; María, que es la solución para todos nuestros problemas, puede conseguimos el remedio para curar esta anemia espiritual, que padecemos, su ejemplo nos enseña a tener hambre de amor.
Satisfecha esta "nueva necesidad" disfrutaremos de la alegría cristiana del compartir.