María siempre Madre

Padre Tomás Rodríguez Carbajo


El título de Madre a María no le es algo advenedizo y accidental, le es sustancial por el papel que ocupa en la Historia de la Salvación.
Ella no es una madre más en la lista de quienes han sido bendecidas con la fecundidad, sino que es "LA MADRE" por excelencia, por antonomasia, porque es:
- Madre de Dios y de los hombres.
- Madre del Redentor y de los redimidos
- Madre de la Iglesia: de los Pastores y de los fieles.
- Madre natural de Cristo y espiritual de los cristianos.
- Madre de los perseguidos y de los perseguidores.
- Madre de los niños y de los mayores.
- Madre de los santos y de los pecadores.
- Madre de los que la reconocen y de los que la ignoran.
- De derecho madre de todos los hombres, de hecho de los que la admiten como tal.
- Comenzó a ser nuestra Madre en la Encarnación, fue proclamada por su Hijo desde la cruz.
- María fue Madre antes en la mente y en el corazón que en sus entrañas.
- Por reconocerse esclava, llegó a ser Madre de Dios.
El amor de madre es prototipo de amor, la misma Sagrada Escritura nos lo dice: "¿Puede una madre olvidarse de su criatura, dejar de amar al hijo de sus entrañas?". (Is. 49,15).
El amor de madre:
- No es de temporada, sino continuo.
- No piensa en su bien, sino en el del hijo.
- No ama, porque no le quede más remedio, sino que el hijo es fruto de su amor.

El Trato con la madre.
Siempre es sencillo, sin ropaje, ni títulos, natural, nacido del amor. No se aprende, es instintivo.
La grandeza de María le viene por ser Madre de Dios, de ahí nace su maternidad sobre todos y cada uno de nosotros.
No es la retahíla de títulos la que nos acerca a María, sino el que es sencillamente nuestra Madre.
La invocación que más pronto llega a Ella es cuando la llamamos ¡Madre!, dejando a un lado todo aquello, que es verdad, pero que le ha venido a Ella sin pretenderlo, v. gr. Reina del Cielo y de la tierra, Reina de los Ángeles, de los Reyes, etc...
Por el título de Madre todas las personas se pueden acercar a Ella por cualquier motivo y a cualquier hora, pues, no le exige horas de visita o temas a platicar. La madre es la mujer siempre disponible para el hijo. Con sólo pronunciarlo se encuentra uno en paz, en calma y toca las fibras más entrañables de quien continuamente se desvela por nosotros.
Compartimos lo que nos dice la canción:

«Siempre que digo Madre, voy diciendo tu nombre.
Siempre que pido ayuda, te estoy llamando a TÍ.
Siempre que siento gozo, es que en Ti estoy pensando.
Con tu nombre en los labios me acostumbro a dormir.

Siempre que digo Madre, es que digo María.
Siempre que digo Madre, voy cantando tu amor, y con tu nombre nombro a Ti buena Amiga, María, Madre mía,
y Madre del Señor».

El hijo donde mejor está es junto a la madre:
. De pequeño está seguro en el regazo materno.
. De mayor encuentra solaz y sosiego junto a quien le trajo a este mundo.
Nunca el hijo descubrirá el papel necesario y benefactor de la madre en su vida hasta que ella haya muerto.
El amor materno de María no disminuye por el crecimiento del número de hijos, ya que es madre de todos y como tal nos ama a cada uno.