María no es de temporada

Padre Tomás Rodríguez Carbajo


Una característica de nuestra época son las prisas, que engendran muchas veces un nerviosismo, 
llevan consigo una superficialidad en todo lo que consideran, producen un atolondramiento, que no 
nos deja disfrutar de las bellezas que nos rodean y del bien que existe.
Un reflejo de la inestabilidad de las cosas, que tan pronto tenemos como dejamos y abandonamos como anticuadas, está en la moda, cómo en el corto tiempo de un año se dejan como no apropiadas al momento en que vivimos.
El ambiente, que nos rodea, puede influir en todas nuestras actuaciones, si no tenemos esa recia 
personalidad, fruto no de un entusiasmo momentáneo, sino de una larga, callada y penosa labor diaria, que nos hace actuar movidos no por lo que la mayoría hagan, sino por el convencimiento propio y seguro.
Nuestra relación con María debe ser algo fundamentalmente basado no en un sentimentalismo pasajero, ni en una exagerada efervescencia momentánea, expresión todo ello de una vana credulidad, que se contenta con unas prácticas devocionales más o menos largas, sino que debe fundamentarse en un compromiso serio, activo y constante.
El amor, que es la base y fundamento de mi relación con María, es algo vital y por lo tanto no puede ser de temporada, sino continuo, sin que esté libre de unas oscilaciones de altura y depresiones, pero ello no impide el que mantenga siempre una constante vital.
Tenemos motivos más que suficientes para amar a María, éstos no son algo estéril y pasajero, todo lo 
contrario, comprometidos, pues, libremente aceptó ser Madre de Dios, acarreando esto el que lo sea 
también de nosotros, manteniendo su amor materno con perseverancia, ejerciendo el oficio de Abogada e Intercesora ante Dios por nosotros.
Si nuestra devoción a María se reduce a unas fechas a temporadas exclusivamente, es una muestra de que no la fundamentamos en el amor, y esto nos hace que seamos víctimas de un engaño, creyendo que podemos quedarnos contentos, cuando en realidad 10 que tenemos es un sentimentalismo estéril y pasajero.
El amor a María no puede ser de temporada, sino continuo
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