La oración de la Virgen María

Padre  Ángel Gómez Escorial

1.- Acabamos de escuchar el Magnificat, la oración de la Virgen María, expresada tras los primeros momentos de la visita a su prima, Isabel, en la montaña de Judea. No hay oración más hermosa en toda la escritura ni otra que ofreciese una tan grande trascendencia profética. "Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí" Las generaciones posteriores a María se han postrado ante la maravilla que fue su vida en la tierra, haber sido Madre de Dios y coautora de la Redención. Y luego como permanente intercesora de todas las necesidades de sus hijos. El Magnificat va a continuar marcando la extraordinaria proeza de Dios en la relación con su criatura. Y va a centrar en este sentido la justicia del Reino cuando dice: "Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos." Algún autor ha llamado a este párrafo de la Oración de la Virgen María como "revolucionaria", pero eso es un solo un concepto relativo. Vale más decir que es justa, portadora de justicia divina. No prevalecen junto a Dios los soberbios y despide vacíos a los ricos porque sus riquezas, muy probablemente, procedan de la explotación de los pobres. Despedirlos vacíos es, simplemente, hacer justicia.

2.- La Misa de la solemnidad de la Asunción de María nos ofrece este fragmento del evangelio de San Lucas que contiene el relato de la Visitación. María al saber, por el anuncio del ángel, que su prima esta embarazada, acude a visitarla a un remoto y escarpado lugar. Y al llegar, el niño que crece en el seno de Isabel, salta de gozo al reconocer que el Señor Jesús está también muy cerca, en las entrañas de María. Nunca nadie hubiera podido crear un texto tan perfecto de cara a una catequesis favorable a la vida y contraria al aborto. Hace ya 2000 años se transcendía la vida real y efectiva situada en el seno materno. Pocos comentarios más hacen falta. El gozo de las dos mujeres, gracias al Espíritu Santo, por la importancia del fruto de su maternidad y la trascendencia futura de las misiones de los dos niños da eternidad a la escena. La vida va a seguir y los hombres podrán salvarse.

3.- En la primera lectura, sacada del Apocalipsis de Juan, se lee un episodio subyugador. Una mujer encinta y coronada con doce estrellas marcha al desierto y la persigue un dragón que quiere devorar el fruto de su vientre. En la tradición de los exegetas dicha mujer es la Iglesia y, por supuesto, el niño es Cristo. Pero es fácil suponer que la escena parece muy adecuada al papel de María. Ya Herodes, que formaba parte reino del mal, busca al Niño Dios para matarle y se produce la matanza de los Inocentes. La presencia de un Salvador en la tierra no podía agradar al Malo que buscaba --busca-- esclavizar con la mentira y el engaño al género humano. Cualquier fuerza contraria a esa posibilidad tiene que ser eliminada. La guerra de la Cruz, la predisposición terrible de los dirigentes religiosos judíos de entonces --y de una parte del pueblo hebreo coetáneo del Señor-- es algo que también puede inscribirse en el episodio de la mujer y del dragón que nos cuenta el Apocalipsis. Y por ello es lógico que lo leamos hoy en la gran fiesta dedicada a María.

4.- San Pablo entra de lleno en el antagonismo entre vida y muerte en su Primera Carta a los Corintios. Dice: "Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida". Y narra el acceso final al Reino de Dios. Todos los enemigos serán doblegados en los últimos días. Y hay uno muy significado: "El último enemigo aniquilado será la muerte". Jesús nos ha prometido la Resurrección y la incorruptibilidad futura de nuestros cuerpos. Es lógico que Él no permitiese la disgregación del cuerpo de su Madre en el sepulcro. Se adelantaba a los demás mortales, como el mismo Jesús había sido primogénito de entre los muertos. Y es esa presencia de la Virgen María --cuerpo y alma-- en la Gloria de Dios lo que hoy celebra todo el orbe católico. Y que nosotros debemos valorar convenientemente. 

5.- María, como Madre de toda la humanidad, es nuestra gran intercesora. Generación tras generación de creyentes han sabido descubrir la gracia y la bondad de la Señora como camino importante hacia el mejor entendimiento de la figura de Jesús. María es el mejor atajo para llegar cuanto antes a Cristo. Ella está cerca de nosotros en todo momento y circunstancia. Los tiempos de inquietud y tribulación, cuando todo parece que se mueve bajo nuestros pies, marcan la excelencia de la dedicación de la Virgen María a sus hijos. Una jaculatoria, una mirada dirigida a una imagen es suficiente para que nuestro entorno cambie y nos veamos en la dirección exacta. Jesús no va a negar nada a su Madre, pero ella tampoco nos va negar nada a nosotros que suponga un camino de verdad y de justicia, como muy bien se dice en el canto del Magnificat.