María: Modelo y Madre. Educadora de la Fe

Mons. Francisco Ulloa R. Obispo de Limón, Costa Rica

 

1.Introducción: Para realiza su proyecto de salvación en favor del nombre, Dios ha querido y buscado su libre colaboración. Aunque no necesitaba de nosotros, quiso depender de nosotros.

Moisés, al aceptar el papel que Dios le pide, se convierte en el libertador y guía de Israel y en el mediador de la alianza entre Yavé y su pueblo.

Los profetas son los instrumentos privilegiados de Dios en el diálogo con Israel, los portavoces de la palabra divina que denuncia y anuncia, corrige y consuela, condena y promete: Yavé alargó su mano, tocó mi boca y me dijo: Mira que he puesto mis palabras en tu boca.

Juan el Bautista, como aurora que precede el sol de justicia, al serle dirigida la palabra de Dios en el desierto (Lc. 3, 2), acepta se el precursor, el encargado de preparar el camino de Aquel que está a punto de manifestarse, para renovar al mundo con el fuego del Espíritu Santo. (Lc. 3, 16).

El mismo Jesús, desde el comienzo de su ministerio, escogió a "los Doce, para que estuvieran con El y para enviarlos" (Mc, 3,14).

Entre todos aquellos que ayer, hoy y siempre han aceptado poner su vida al servicio de Dios y de su plan amoroso de salvación sobresale María, una joven judía de Nazaret, escogida por Dios como la Madre de Jesús, el Hijo de Dios que en ella "se hizo carne y habitó entre nosotros" (Jn. 1, 14).

La Iglesia venera a María, en primer lugar, como la Virgen Madre de Dios y la colaboradora de su Hijo Jesús en la obra de nuestra redención.

Pero, al mismo tiempo, la contempla como modelo de todo creyente y, finalmente, como la Madre de la Iglesia, que continua, glorificada junto a su Hijo, su papel de intercesora.

El Nuevo Testamento, no se propone darnos una biografía de María, para satisfacer nuestra curiosidad; por otra parte ni siquiera nos ofrece una biografía de Jesús. La palabra de Dios nos da una catequesis sobre María, es decir, al presentarnos los momentos sobresalientes de su vida nos invita a hacer dos cosas:

a penetrar en el corazón, en lo intimo de la Virgen, para que alcancemos de ella no un conocimiento según la carne, sino según el Espíritu (2 Cor. 5, 16). 
a imitarla en nuestra vida, haciéndola participe de nuestra historia de salvación, de la misma manera que Dios la hizo colaboradora con la salvación de la humanidad. 
Por eso Vamos a detenernos, ante unos cuadros bíblicos, verdaderos iconos marianos, que nos ayudan a descubrir sea la santidad extraordinaria de la Virgen sea su papel en la vida de Cristoy de su Iglesia.