Quien ama a María, desea promover su devoción

Padre Pablo José María Frassinetti 

 

Hay una diferencia entre el amor santo y el amor profano.
El amor profano es interesado, egoísta, por consiguiente ferozmente celoso. Quiere ser el único en amar y considera que quien pretenda amar lo que él ama, lo ofende y atropella. Eso sucede porque el amor profano no es otra cosa que desarrollo de amor propio y de la propia satisfacción. 

El amor santo, por oposición, es amor desinteresado, caritativo, que ama a la persona no para satisfacción propia, sino por el aprecio que de ella tiene; no para recibir gusto uno, sino para darle gusto. En consecuencia, el amor santo, lejos de pretender ser el sólo en amar, goza en ver que otros también amen lo que él ama.

Es por eso que, siendo santo el amor de María, los que la aman no quieren ser ellos solos en amarla, sino que desearían que toda creatura estuviese encendida de amor a María.

Incansablemente preocúpense de difundir todo lo que pueden la devoción a María entre sus parientes y conocidos. Procuren que todo el mundo conozca la hermosura y bondad de María. Entre todos hablen de las a alabanzas y eficacia de su protección. Pero sobre todo preocúpense de reunir alrededor de la Virgen a jóvenes y niños, en cuyas almas más fácilmente de siembra, más hondas echan sus raíces, con más fuerza crece y con más abundancia da sus frutos la devoción a María. La inocencia es el primer amor de María.

Promovamos en fin todo lo que nos sea posible, la devoción a María. Pero sobre todo difundamos la devoción a María en la tierna edad de la adolescencia; en la seguridad que si la devoción a María crecerá en los jóvenes junto con los años, progresarán de virtud en virtud, en una creciente bondad, abundando en las divinas bendiciones que María derrama generosamente en sus predilectos.
Si así lo hacemos, tendremos nuevo consolador argumento para decir que nosotros AMAMOS A MARÍA.

Padre Jose Frassinetti, "Amemos a María"