Soliloquio Mariano de un "No practicante"

Padre Tomás Rodríguez Carbajo


Una expresión que hago mía, cuando se me pregunta sobre mi condición religiosa es la de "soy creyente, pero no practicante". Estoy acostumbrado a proferirla, pero no me he parado a pensar la validez que tiene. 
Me considero creyente, porque:
• Creo que Dios existe. 
• Creo que Tú, María, eres la madre de Cristo. Creo que también eres mi madre.
Podría añadir una larga lista que aumenta mi bagaje de verdades que me han transmitido y que yo he aceptado sin cuestionarme lo que suponían para mi vida.
Acerca de mi condición de practicante he de reconocer que muchas de las cosas, que un cristiano debe de hacer, no las practico, bien por dejadez, cansancio o falta de motivación. Esto no me impide el que me tenga como "bueno", e incluso mejor que algunos que cumplen. 
Entre las fibras religiosas estás Tú, María, ya que desde pequeño me enseñaron a quererte, a tenerte como Madre, a acudir a Ti pidiendo ayuda, siempre que me viera en una necesidad: 
• Las Tres Avemarías al acostarme, no me pueden faltar, si no las rezo, no me quedo a gusto. ¡Será por el peso de la costumbre!. 
• De la cadena, que pende de mi cuello, cuelga una medalla, que desde pequeño llevo conmigo y nunca la he abandonado. ¡Qué disgusto más grande cuando un día la perdí, mejor dicho, la había dejado olvidada!. 
• Todos los años asisto a las fiestas de mi pueblo celebrada en tu honor. No falto a la Misa solemne ni a la procesión. 
Hasta hace poco todo esto, que en tu honor hacía ,me llenaba, y no creía que tuvieras que recriminarme por mi conducta, pero resulta que en la última fiesta a la que asistí en el pueblo, yo entendí en el sermón algo, que me dejó intranquilo, pues, me desbancó todo el sistema de piedad, que yo tenía en mi vida y que creía me servía, pensando que a Ti te agradaba. 
Haciendo un juicio sereno, me parece que estaba equivocado, pues, todo lo que hacía era algo exterior: Las Tres Avemarías, la asistencia a la fiesta religiosa, misa y procesión, y esto es bueno cuando nace del interior, de una actitud devocional dispuesta a cumplir lo que Dios quiere, expresado en sus mandamientos y en los de la Iglesia. El amor auténtico para contigo, Maria, lleva a amar lo que Tú amas. Comprendo ahora que no puedo separar tu amor del de Dios, los dos están unidos. ¡Claro que no he de dejar de hacer lo que he venido haciendo en mi vida desde pequeño, pero he de añadir aquello que me faltaba y que es lo que da vida a lo exterior!. 
Comprendo ahora por qué en los Santuarios Marianos siempre hay facilidades para recibir los sacramentos de Penitencia y Comunión. Todos ellos tienen una orientación a Jesús, ahora entiendo esa frase: "Todo a Jesús por Maria". Me estoy dando cuenta que la historia se sigue repitiendo, cuando en la vida terrena de Jesús alguien se acercó a El, Tú lo presentaste, v.gr. a los pastores, a los Magos, y no sólo en la vida oculta, podemos decir que de tu mano se presentó en los inicios de su vida pública, cuando por tu intercesión hizo el milagro en las bodas de Caná. 
He caído también en la cuenta de lo egoísta que era hasta ahora, pues, en los momentos de apuro a Ti acudía, te recordaba lo que por Ti hacía, v.gr. rezos, fiestas, etc... algo así como pasarte una factura para que Tú te vieras en el aprieto de tener que concederme lo que te pedía, más se parecía mi súplica a un chantaje que a una sincera petición, confiada en tu poder intercesor. 
¡De cuántas cosas me he dado cuenta! ¡Qué equivocado estaba respecto a mi devoción contigo!. Era esclavo de ejercitar los signos externos de devoción como señal inequívoca de mi amor hacia Ti, y había despreciado ese amor interior, vida e impulso de todo lo que exteriormente haga. Ahora entiendo aquella frase de Santiago,2,17: "La fe sin obras está muerta en su raíz”, que es la versión tan difundida de "Soy creyente, pero no practicante"; ya nos lo advierte nuestra filosofía popular: "Obras son amores y no buenas razones". 
María, ya no intentaré decir, porque en sí no tiene sentido, y mucho menos vivir una fe sin vida. No me voy a contentar con creer de Ti todo lo que la Iglesia me propone, sacando sus enseñanzas de la Sagrada Escritura y de la Tradición, sino también hacer caso a lo que Tú me mandas, en el Evangelio encontramos una sola recomendación que nos has hecho a los hombres: "Haced lo que El os diga " (Jn. 2,5) 
Cumpliendo esto, que es fácil de retener, mi condición religiosa será de un creyente y practicante; mi devoción para contigo será auténtica y verdadera.