Soliloquio Mariano de un preso

Padre Tomás Rodríguez Carbajo


Entre los posters que tengo en mi celda, que me hacen saltar el pensamiento a los dulces años de libertad, está un pequeño cuadro de la Virgen, que me ha proporcionado el capellán del Centro después de haber asistido a un acto religioso en un día de fiesta en honor de Nuestra Madre .Nos proporcionó aquella imagen para que la tuviéramos presente en nuestros ratos encerrados en la celda y para que mirándola, nos acordásemos de nuestra madre de la tierra, tomando conciencia de lo que sufre por estar yo en un centro penitenciario. 
Al pensar en mi triste situación, quise ver que relación tenía con Maria como algo específico. Recordando lo que de la Virgen aprendí en el colegio, caí en la cuenta de que podía sintonizar con Ella, pues, tuvo a su Hijo preso, fue la Madre de un ajusticiado considerado peor que un malhechor, Barrabás. En Ella veía el dolor que mi madre y los míos estaban pasando Por mi culpa. ¡Lo fácil que hubiera sido haber evitado aquellas circunstancias, que me proporcionaron la mala acción, causa de mi estado actual!. 
Dejando a un lado el pasado, quiero vivir el presente, y antes de fijarme en mí, quisiera pensar en mi madre terrena, que en la actualidad es la madre de un prisionero en espera de juicio. Este pensamiento me lleva al sufrimiento por el que también Tu, María, pasaste, pues, tuviste esa triste experiencia. Cuando te enteraste de que tu Hijo estaba preso, no tuviste sosiego en la casa de tus amigos de Betania, querías saber detalles de su detención, qué estaban haciendo con El, qué pensaban hacerle, algunas noticias te llegaban por medio de aquellos que venían de Jerusalén, pero no quedabas satisfecha, por eso después de mucho porfiar conseguiste ir Tú personalmente a la ciudad y hablar con tu Hijo, si te era posible, no pensaste en las dificultades, sino que tu amor de madre te hizo saltarlas. Te acompañó el discípulo Juan, no te iba a dejar ir a ti sola, él acababa de llegar de Jerusalén y te dijo las últimas noticias del arresto y prisión de tu Hijo. Tú sola corrías peligro, si te reconocían como la madre del ajusticiado, y era relativamente fácil, pues, el parecido físico de Jesús te delataba, ya que en lo humano a nadie se le podía parecer nada más que a Ti. Habría comentarios para todos los gustos, algunos sentirían lástima por el triste desenlace, que se esperaba, otros tal vez te reprocharían por no haberle sabido encauzar en la vida. 
Al contemplarte en medio de una muchedumbre, que expectante rodea a tu Hijo, se me viene a la memoria aquella escena en la que metida en medio de la gente escuchabas la predicación de Jesús, en aquella ocasión alguien te descubrió y se lo dijo a tu Hijo, en ésta tal vez nadie te reconoció. 
Maria, ¿llegaste antes de que Pilato se lavase las manos? ¿Reconociste en alguno de los que pedían la crucifixión como conocido o beneficiario de algún milagro de Jesús ? Me es difícil imaginar a aquella jauría pidiendo la muerte del Justo. Tu voz no se oía entre tanto griterío, que pedía la muerte de Cristo.¡Cómo sufrirías al ver a aquellos "juguetes" de los caprichos de las autoridades religiosas, quienes estaban azuzando con sus comentarios, para que pidiesen la muerte de Jesús. 
Aquel espectáculo te desgarraba el corazón, veías a tu Hijo desfigurado por lo que llevaba sufriendo desde que fue preso en Getsemaní; la indecisión y cobardía de Pilato, autoridad máxima civil allí en aquel asunto; la mala intención de las autoridades religiosas, que pedían la muerte para quien "paso por el mundo haciendo bien"; el borreguismo de la masa, que se dejaba arrastrar sin pararse a pensar que estaba siendo manipulada y llevada para donde los cabecillas querían. 
María, tu dolor en aquellos momentos era mayor que los de mi madre, cuando viene a visitarme a la cárcel, a ella se le caen unas lágrimas, que no puede ocultar al verme encerrado; está preocupada por lo que saldrá en el juicio acerca de mi condena, de algo puede estar segura: no me condenarán a muerte; sin embargo Tú, Maria, nada más llegar junto a la gente oías gritar continuamente :"¡Crucifícale! ¡Crucifícale!” la mayoría pedía la muerte, y no por ser mayoría tenían razón. 
Madre Dolorosa, con razón puedes decir si hay dolor comparable con el tuyo. Para mí la estancia en la prisión se me puede hacer mis llevadera, pensando que Tú fuiste la Madre de un preso, que estuviste presente, cuando la sentencia fue dada como fruto de la cobardía del Procurador Romano y como culmen de tantas malas intenciones de aquellas autoridades religiosas. 
- María, acudo a Ti como Madre misericordiosa, que te apiadas de todos tus hijos y de manera especial de nosotros los que estamos presos, privados de ese valor de la libertad, por eso te tenemos como Madre protectora y te tenemos como patrona con el titulo de Ntra. Sra. de la Merced.