Soliloquio Mariano de una novia

Padre Tomás Rodríguez Carbajo


María no sólo porque me lo hayan enseñado, sino porque siento la necesidad, siempre que me encuentro en apuros, en situaciones difíciles, acudo a Ti para pedirte ayuda y protección.

Ante la proximidad de la boda quiero confiarte, como siempre, mis anhelos e inquietudes. El ajetreo que cunde a mi alrededor a veces me disipa para centrarme en algo tan importante en mi vida, el unirme en matrimonio con la persona que yo sinceramente quiero. Puedo hablar de esto contigo, porque se que Tu me comprendes, Tú estuviste enamorada de José, por eso te casaste con él. Este amor humano no te disminuyó el sincero y ardiente amor que tenías a Dios, pues, donde hay amor auténtico allí está presente Dios. ¡Que definición no sólo hermosa, sino real (por ser inspirada) nos dio San Juan: "Dios es Amor" (1Jn.4,8) .Nos asemejamos más a Dios, cuanto más amamos.

Nuestro amor entre novios, personas enamoradas, es un ensayo del amor indescifrable de Dios con nosotros. ¡Cómo se ha valido Dios para decirnos lo mucho que nos quiere, sirviéndose de una colección de cantos de amor, como es el Cantar de los Cantares!.

¡Qué pena que muchos crean que es pecado amar!. Los grandes santos han sabido como nadie amar. Lo que sucede es que para muchos está muy adulterada esta palabra. ¡Se la ha profanado tanto!. Si Dios es Amor, todos los que aman son amados por Dios.

María, cómo me gustaría amar con esa limpieza propia tuya, en la que no se mezcla ninguna mota de egoísmo. La imitación de tus virtudes me garantiza un matrimonio estable y feliz.

No creo que sea malo este nerviosismo, que estoy teniendo en estos últimos días, me supongo que Tú también lo tuviste, pues, sin querer uno se hace el centro de atención, acostumbrada a pasar desapercibida en la sociedad en que se vive. Tu caso fue muy distinto, pues, aunque muchos no se enteraron de tu existencia, no fue así para Dios, quien se fijó en Ti para hacerte su Madre. ¡Cuánto tiene que querer Dios el que las personas se amen y formen un hogar, ya que El eligió tu hogar de Nazaret para venir a este mundo!.

María, me gusta contemplarte como humana, persona con gran capacidad de amar, enamorada tiernamente de José, a quien conocías y amabas, con quien plenamente congeniabas, pues, nos dice el Evangelio que era justo. No te ibas a enamorar de un cualquiera, me refiero del primero que llegara, por miedo a quedarte soltera; lo hiciste, porque sabias quién era, precisamente el joven que te convenía. Te enamoraste locamente de él, pero no perdiste la cabeza.

Te sentirías feliz y contenta, sabiendo que alguien se preocupaba de Ti (Te quería, por propia experiencia te lo digo. Es algo muy bonito el sentirse querida, protegida, amada por alguien. Estarías deseando poder verle y contarle lo que tal vez a otros no le interesaba, se te pasaría pronto el rato de vuestras entrevistas ¿ no es eso? .

¡Cómo me gustaría amar a mi futuro marido como amaste Tú a José!. Y sé que no todo fue de color de rosas, pues, pronto empezó para vosotros la cruz, me refiero al trance por el que tuvisteis que pasar, cuando en tu seno tomó carne el Hijo de Dios, y José no conocía el misterio, Tú no lo comprendías, pero tenías información, porque Dios te pidió permiso para que fueras su Madre. ¡Qué duro te fue aquel silencio ante el misterio, Tú te habías confiado totalmente al Señor, habías aceptado ser su Madre y lo habías asumido con todas sus consecuencias. ¡Cómo sufrirías al ver a José preocupado y sin atreverse a decirte nada de lo que no se podía ocultar, tu maternidad. Dios aprieta, pero no ahoga, solemos decir; os permitió esa dura prueba, salisteis airosos de ella, os sirvió para amaros más y para fiaros más plenamente de Dios. Tus desposorios te protegían a Ti y a tu Hijo de cualquier sospecha que pudiera empañar vuestro honor.

María, cuántas lecciones nos das en tu vida a todos los que queremos imitarte. Una vez más las apariencias engañaron, Tú ibas a ser madre, pero no había intervenido ningún varón para reconocer su paternidad.

María, me gustaría tenerte presente en el día de mi boda como te tuvieron aquellos dichosos novios de Caná, no para que me solucionases problemas materiales, que son muchos para los que comienzan una nueva vida, sino para que junto a Ti estuviera tu Hijo, a quienes los esposos tienen que imitar en el amor de Cristo a la Iglesia.

Date por invitada, María, no sólo para el día de la boda, sino para todos los días de nuestro matrimonio, así tu presencia avivará no sólo el amor entre nosotros como esposos, sino también para con Jesús. De esta manera nunca nos faltara el vino de la verdadera alegría, aquella que nace y se cultiva en el amor a Dios. Si algún día no esta presente Jesús en nuestro hogar, entonces habremos dejado de amarnos, porque "donde hay amor, allí esta Dios".