Soliloquio
Mariano de una viuda
Padre Tomás Rodríguez Carbajo
María,
en estos momentos de dolor y soledad vengo a tus plantas con la certeza de
que me comprenderás y me ayudarás en mi actual situación, pues, Tú también
pasaste por esta misma prueba, la separación de una persona a la que
durante mucho tiempo sinceramente amaste. No quiero hacer una comparación
exacta de mi situación con la que tuviste Tú, pero sí hay parecido.
En
primer lugar quiero agradecer al Señor los años felices del matrimonio,
pues, los reconozco como una bendición de Dios. Intentamos vivir en paz,
formando un verdadero hogar cristiano, allí estabas Tú, María, en las
pocas, pero sinceras oraciones de familia al bendecir la mesa. Intentamos
tenerte todos como madre, pues, nos ha parecido siempre muy triste un niño
huérfano.
En
la actual situación añoro aquellos años de vida en que estábamos toda la
familia reunida y unida, pero no me desespero "como los que no tienen
fe", pues, sé muy bien que Dios nos sigue amando, y, si ha permitido
esta separación, no por eso deja de querernos.
Él
se lo "ha llevado", porque conoce lo que es mejor para nosotros,
aunque a veces no nos plazca la manera que tiene de querernos. Cualquier
duda que viene a enturbiar mi paz interior, la disipa la certeza de que
"Dios es Amor"(1Jn.4,8) y afianzo mi manera de pensar con el
pensamiento de que Tú, María, también pasaste por el doloroso trance de
perder a tu esposo, el justo José, a quien sinceramente amabas; es verdad
que te quedaba tu Hijo, pero esa realidad no anulaba la pena de perder a un
ser tan querido, tu marido.
Tú,
María, no sólo pasaste por la prueba de la viudez, sino que a ella se unió
la de la soledad, pues, también perdiste a tu Hijo y ¡cómo lo perdiste!
¡Cómo te lo arrebataron y te lo maltrataron!. Tú te lo temías, le conocías
bien y sabías que lo que enseñaba y confirmaba con sus milagros no sólo
no era bien visto por las autoridades judías, sino que se oponía
radicalmente a la manera de pensar y de actuar de la gente de entonces. Tus
presentimientos se cumplieron, conocías la Sagrada Escritura y sabías cómo
nos iba a redimir el Mesías, el Siervo de Yahvé.
Cualquier
madre viuda tiene en ti un espejo en donde mirarse para aprender el
comportamiento correcto a seguir: La viuda que se queda ella sola, la viuda
a la que le queda un hijo, la viuda a la que se le muere el único hijo que
le había quedado.
Mar[a,
el dolor es connatural a nuestra condición de personas heridas por el
pecado, pero hay circunstancias en donde este dolor toma unas características
especiales debido a las causas que lo han motivado. Como es algo frecuente
el dolor de una esposa, que pierde a su marido, nosotras las viudas te
contemplamos con la advocación de Ntra. Señora de los Dolores, Ntra. Señora
de las Angustias, Ntra. Señora de la Soledad. Para cada circunstancia de
nuestra vida todos tenemos una advocación tuya bajo cuyo patrocinio nos
ponemos, te invocamos, te pedimos ayuda y te tomamos como modelo a imitar.
Toda
madre vive para sus hijos, por eso no se puede conocer exhaustivamente el
dolor de la madre, cuando pierde a un hijo y sobre todo si es único,
circunstancia agravada por el estado de viudez. Con razón se te aplican
aquellas palabras: Mirad y ved si hay dolor como el mío".
María,
te vengo a pedir no sólo por mí, sino por tantas madres viudas que han
quedado así:
-
Unas como resultado de un accidente de coche, cuando iba toda la familia a
pasarse un fin de semana o unas vacaciones.
-
Por las que han quedado viudas debido a un percance laboral, se marcharon de
casa los maridos a ganarse el pan y durante la jornada de trabajo perdieron
la vida.
-
Por las viudas que después de una larga enfermedad y una angustiosa agonía
un día el marido se murió.
-Por
la viudas que quedaron solas de una manera inesperada, cuando estaban
disfrutando de las delicias de un hogar en una casa fruto de sus
sacrificios, una muerte repentina vino a segar la vida del cabeza de
familia.
-
Por las viudas jóvenes, que llevaban poco tiempo casadas.
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Por las viudas de edad avanzada, quienes han cumplido muchos aniversarios de
bodas.
-
Por las viudas a las que les ha quedado el pequeño sueldo recortado de su
marido.
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Por las que han quedado con abundancia de bienes materiales, pero en su
corazón con el gran vacío de sentirse amada, protegida por el marido.
María,
esposa, madre y viuda, Tú has pasado por tantas duras pruebas que no sólo
el deseo, sino también la experiencia nos motiva a acudir a Ti para
confiarte nuestros problemas, angustias e inquietudes.
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