“Las Vírgenes y la Virginidad”

San Ambrosio de Milán


Párrafos escogidos: 

“Os presento la imagen viva de la virginidad, personificada en la Virgen María, espejo de ella y dechado de virtud, digna de que la toméis por norma de vida; porque la de ella os enseña, como maestra divina la bondad, lo que habéis de corregir, lo que os conviene evitar y lo que debéis practicarlo”.

“Es virgen en el cuerpo y virgen en el alma, limpia de desordenados afectos. Humilde de corazón, prudente en el juicio, grave y mesurada en el hablar, recatada en el trato, amiga del trabajo. Despreciadora de riquezas vanas, espera más de la pobreza, a quien Dios oye, que no del consejo humano, a menudo falaz y apasionado. A nadie ofende, a todos sirve; es respetuosa con los mayores y afable con los iguales. Enemiga de honras mundanas, regula sus acciones con el dictado de la razón, moviéndose solo por el amor de la virtud. Jamás dio enojo a sus padres ni con un leve gesto. Jamás afligió al humilde, ni menospreció al débil, ni volvió la espalda al necesitado, ni tuvo trato con los hombres, fuera del que pedía la misericordia y toleraba el pudor. Sus ojos no conocieron el fuego de la lujuria, ni en sus palabras sonaron exentos de procacidad, ni en su continente faltó nunca la decencia. Ni movimiento indecoroso, ni andar descompuesto, ni voz presumida vióse jamás en ella, reflejando en cambio en su compostura la interior pureza del alma”.

“Su continencia en la comida era sobrehumana, y su ocupación en obras manuales, continua; porque no tomaba más alimentos que el necesario para conservar la vida, y trabajaba sin descanso ni dar tregua a la ociosidad. Nunca usó manjar alguno para deleite del gusto, ni sueño por regalar a la carne, sino que en el breve reposo que le concedía, mientras descansaba el cuerpo, vigilaba el espíritu... En el recogimiento llevaba la mejor defensa, decoro y modestia, la cual resplandecía en sus movimientos y palabras con tal arte que se granjeaba el respeto y veneración de cuantos la veían alejada de las vanidades y entregada por entero a la virtud”. 

“Pongan sus ojos en este acabado modelo y escuela viva de todas las virtudes, y a él oigan e imiten si desean enderezar sus pasos por el camino de la gloria eterna. Como flores en ameno jardín brillan en el alma de María las virtudes: en su pudor muéstrase el recato; en su fe, la firmeza y el valor; en su devoción, el amor obsequioso. Como virgen, ama el retiro de su casa y no sale de ella sin compañía; como madre, acude al templo a ofrecer su hijo a Dios”.

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[1] San Ambrosio, Padre y Doctor de la Iglesia, se cree que nació en el año 339 ó 340 en Tréveris-Italia. Cuando ejercía las funciones de Gobernador en Milán fue elegido Obispo. Gran escritor de obras homiléticas, exegéticas, teológicas, dogmáticas, ascéticas, morales, que llegan al centenar. San Ambrosio Influyó en la conversión de San Agustín, hasta bautizarlo. Murió el viernes santo 4 de abril del año 397. Sus restos se conservan en la catedral de Milán.

Fuente: Reina Señora y Madre. Santiago Venegas Caceres