María, Reina de los Corazones

Padre Tomás Rodríguez Carbajo 

 

Esta invocación con la que llamamos a María, no está reñida con la manera que tuvo Ella de definirse, cuando habiendo aceptado libremente el ser Madre del Mesías se llamó: "He aquí la esclava del Señor"(Lc.l,38)
Precisamente por la aceptación de ser Madre del Mesías nosotros la tenemos y proclamamos como Reina de todos los hombres. Dice S. Juan Damasceno: "María vino a ser soberana de toda criatura el día en que se convirtió en Madre del Creador".
Se pueden conjugar a un mismo tiempo: El ser esclava de Dios y el ser Madre de todos.
Al reconocerse "Esclava de Señor" es consciente que las consecuencias de su aceptación de ser Madre la tienen que llevar a ser agradecida para con Dios, pues, no ha sido fruto de sus propios méritos, sino todo ha sido pura gratuidad por parte de Dios.
A la madre de Cristo nosotros la reconocemos como madre de todos, pues, formamos una gran familia, la de los que creemos en Cristo como Salvador, quienes componemos la Iglesia. María por ser Madre de la Iglesia, lo es de Cristo, Cabeza, y de nosotros, miembros de ella.
María con todo derecho es nuestra Madre y nosotros la proclamamos Reina de nuestros corazones; con esta expresión queremos manifestar nuestra consagración a Ella para pertenecer totalmente a Cristo. Queremos que Ella ocupe un lugar eminente en nuestra vida, que su protección materna no se reduzca a algo externo y pasajero, sino que entre en nuestro interior, que Ella rija y gobierne nuestro corazón, sede de lo más íntimo de la persona, de donde fluyen los sentimientos y nuestras libres decisiones.
Ella merece que la honremos con un amor exquisito, porque es nuestra Madre. ¿En qué mejores manos de criatura podemos confiar nuestro corazón? A Ella se confió Jesús, pues, Dios no encontr6 una criatura mejor para su Hijo.
Si María reina en nuestros corazones, estamos seguros que Ella nos llevará a buen puerto, hará que el reino de Dios llegue, permanezca y se acreciente en nosotros, por no ser material ni temporal, sino espiritual, se da en nuestro interior.
Este título no es pura apelación sentimental, tiene sus raíces en el papel que María desempeña en nuestra vida o, mejor dicho, el que queremos que desempeñe.
Uno puede ser rey por herencia o por conquista, como es el caso de Cristo Rey, que es por doble capítulo; sin embargo María es Reina por la gracia de su Maternidad, pero lo es realmente, y su reinado es inseparable del de su Hijo.
Este título no es nuevo, ya varios santos hace mucho tiempo lo han proclamado con parecidas palabras:
.San Anselmo le llama:"Arrebatadora de los corazones" y "Cazadora de almas".
. San Pedro Damiano dice que María "reivindica un singular principado en nuestros corazones".
.San Juan Eudes: "Después del Corazón adorable de Jesús, Supremo Monarca de Cielos y tierra, el Corazón Augusto de la Reina de los Angeles y de la Madre del Rey de los Reyes es el Rey de todos corazones que han sido creados para amar a Dios".
.San Luis Mª Grignion de Montfort de una manera explícita llama a María "Reina de los corazones".

En la dinámica del Evangelio "Servir a Dios es reinar".
¿Quién le sirvió mejor que "la esclava del Señor"?
¿Quién nos puede ayudar mejor a amar a Dios que la que Cristo tuvo como verdadera Madre y nos la dio a nosotros como tal, para que ejerciera su oficio materno en nuestra vida espiritual?
¿Qué hijo, que se aprecie de bueno, no tiene a su madre como reina de su corazón?
Cuando hacemos la consagración a María, le ofrecemos todo lo que somos y tenemos, conscientes de que todo nuestro ser en donde mejor está es en sus manos, y esto es decirle que la proclamamos "Reina de nuestros corazones".