La
Eucaristía y María
Rebeca
Reynaud
María
es el primer sagrario. La primera procesión de Corpus
Christi fue la que realizó la Virgen en su viaje a Ain Karim para ver a
su prima Santa Isabel. El estilo de Jesús es esconderse, como se esconde en
la hostia. Por eso Santo Tomás de Aquino le canta:
Te
adoro con fervor, Verdad oculta
Que
estás bajo estas formas escondida,
A
ti mi corazón se rinde entero
Y
desfallece todo si te mira (Adorote devote).
Decir
que María es Mujer eucarística significa que reconocemos que Dios ha hecho
en Ella cosas grandes, porque vio la humildad de su esclava. María va a
servir a su prima Isabel. Manifiesta el estilo de su Hijo, que no ha venido
a ser servido sino a servir. El primer impulso de su alma es ponerse a
servir, adelantarse a las necesidades de los demás, como en Caná. Cuando
Isabel canta agradecida por la visita que la honra, María reconoce que es
así, porque la humildad es la verdad.
Dios
quiso que su hijo naciera en Belén, que significa “Casa del Pan”, es
decir, panadería. En el siglo de oro castellano los escritores espirituales
llamaban a María Panadera de Belén. Supieron encontrar esa entrañable relación
entre el pan eucarístico y Aquella que nos lo vende.
El
Pan de Vida no se cambia en nuestra naturaleza como los demás alimentos,
sino que nos transforma en él, conforme a lo que nuestro Señor dijo a San
Agustín: “Y no me transformarás en
ti, como alimento de tu carne, sino que tú te transformarás en mí” (Confesiones
VII, 10, 16).
Santa
Margarita María de Alacoque (siglo XVII) cuenta que le decía al Señor en
su oración: “Mi corazón se siente consumido por el deseo de amar a mi
Dios, y esto me da un deseo insaciable de la Comunión y del sufrimiento”.
Y Jesús le dijo: “Hija mía, tu
deseo ha penetrado tan profundamente en mi corazón que si no hubiera
instituido este sacramento de amor, lo haría ahora para hacerme tu
alimento. Tengo tanto placer en ser en él deseado, que cuantas veces el
corazón forma este deseo, otras tantas yo lo miro para atraerlo a Mí”.
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