Si no podemos concebir a Cristo sin María,
tampoco a la Iglesia (Cristo más nosotros) la podemos concebir sin ella.
Las grandes manifestaciones marianas son un
canto de gloria referido a Cristo.
Hablemos a María para después hablar con Ella.
Jesús se alegra de que amemos a su Madre.
El amor a María nos acrecienta el amor a
Jesús.
A María no basta con admirarla, hay que
amarla.
Acudamos a María siempre , no sólo en los
apuros.
En el amor a nuestra Madre, María, no hay
exceso.
Quien conoce a María, no puede dejar de
amarla.
El amor a María no es antigualla , ya que es
necesario para ser un cristiano normal.
El corazón de María es refugio seguro del que
huye del mal.
Quien se refugia en el regazo de María, es
para impregnarse de amor para con los hombres.
María no es un elipse de Cristo, sino la lente
que me lo presenta como es.
No puede haber dilema "Cristo o María", sino
conjunción: Cristo y María.