Tú lo consigues todo

Padre Ramón Aguiló sj.

Madre querida, María, durante estos días Te estoy recordando continuamente. Parece como si Tú estuvieras junto a mí en todos los días y en todos los momentos de mi vida.  

Y es que mi vida se está desarrollando muy rápidamente. Y así nos sucede a todos y a todas. Me encuentro con personas conocidas y me doy cuenta que el tiempo pasa para todos. Esta me encontré con un amigo obrero a quien no había visto en unos pocos meses. Y la primera idea que me asaltó, al verlo, fue la idea de su envejecimiento. Después hablamos amistosamente y me contó algunas cosas que le habían acontecido en las semanas en que había estado en otra ciudad.  

Esta triste realidad de que nuestro tiempo, nuestra vida se nos va, me induce a pensar en Ti, Madre mía, para suplicarte que no me dejes abandonado. Tú eres una especie de puntal de acero que da fuerza y estabilidad a la edificación de mi vida.  

SIN DIOS NO SOMOS NADA. Nuestra realidad humana es algo sin importancia en el conjunto de una humanidad que consta de miles de millones de seres que nacen, viven y mueren. Todos somos como una pequeña sombra que se desliza por las paredes de una valla de cemento que está a medias en lo que podría ser de verdad.  

No somos nada. No somos nada. Ni lo grandes Genios. Ni los grandes Artistas. Ni los grandes Políticos. Ni los grandes Familiares. Ni los grandes Amigos. Ni los grandes Religiosos o Religiosas. Nadie se puede vanagloriar de lo que en realidad es.  

¿No Te parece, María? Somos tan poca cosa. Casi podríamos afirmar que no somos nada. Tal vez sería mejor y más exacto quitar el “casi”. Y gritar sencillamente: NO SOMOS NADA.  

Enseguida escucho tu voz suave, maternal, que me dice con una sonrisa en su hermoso rostro: TE OLVIDAS DE DIOS.  

Tú eres mi Maestra celestial. Y en estos momentos eres una forma muy concreta y muy eficaz de Directora Espiritual de nuestra Vida Cristiana.  

Nos dices y nos repites que pensemos en nuestro Padre Dios. Porque Dios nos tiene siempre presentes. Y Dios nos ayuda en todas las ocasiones buenas o malas. Y Dios lo conoce todo y por ello nos puede sugerir siempre todo lo mejor. Y no solamente esto, sino que Dios que es el Todopoderoso, nos puede dar todo lo que necesitamos y lo mejor posible.  

Todo es de Dios. No solamente en Él somos, en Él nos movemos, en Él vivimos, sino que todo lo que tenemos, todo lo que poseemos, todo lo que nos ha comunicado alegría o tristeza, todo lo que esperamos mirando hacia el futuro, proviene de DIOS, ese misterioso SER, que Tú tan bien conoces, María, porque Él Te eligió para que fueras Madre de su Hijo, también DIOS.  

De Dios hemos recibido la Vida, la Fe, la Gracia Sobrenatural, la Pertenencia al Cuerpo Místico de tu Hijo Jesús, que es la Iglesia. Esta es la hermosa realidad de tus fieles seguidores.  

TÚ ERES LA OMNIPOTENCIA SUPLICANTE. En estos momentos, Madre, cuando pienso en nuestra dependencia en todo, del Ser Supremo, algo me sugiere que Tú me miras, me contemplas, me escuchas, me quieres como una Madre quiere a cualquiera de sus hijos, o de sus hijas.  

Y esto es maravilloso. Esto nos concede a todos los que seguimos a Jesús en su Iglesia, una gran tranquilidad y una enorme euforia.  

Porque Tú, Madre, Te pareces a nuestro Padre Dios, eres la Madre de Jesús, Dios, estuviste el día de Pentecostés, con los Apóstoles, cuando el Espíritu Santo, Tercera Persona de la Santísima Trinidad y por tanto, también Dios. Y todas estas hermosas y profundas realidades te dan un PODER EXCEPCIONAL ESPIRITUAL, sobre los dones que Dios reserva y da a todos los seres humanos para su salvación eterna.  

Los Teólogos Te llaman LA OMNIPOTENCIA SUPLICANTE. Esto es decir, que todo lo que PUEDE DIOS POR SER DIOS, lo PUEDES TÚ, MADRE DE TODOS, cuando elevas tus Súplicas por nosotros a nuestro Misterioso Padre y Creador.  

NUESTRA ORACIÓN DE CADA DÍA. Cuando nos levantamos por la mañana, después de un tranquilo y largo descanso nocturno, muchos Te recordamos y Te decimos una oración. Una oración muy sencilla.  

Besamos tu imagen. Miramos una imagen tuya que se levanta frente a nosotros y te decimos:  

OH SEÑORA MIA, O MADRE MIA, YO ME ENTREGO DEL TODO A VOS Y, EN PRUEBA DE MI FILIAL AFECTO, OS CONSAGRO, EN ESTE DÍA, MIS OJOS, MIS OÍDOS, MI LENGUA Y MI CORAZÓN, EN UNA PALABRA TODO MI SER. YA QUE SOY TODO VUESTRO, OH MADRE DE BONDAD, GUARDADME Y DEFENDEDME COMO COSA Y POSESIÓN VUESTRA. AMÉN.