La Virgen María y el IV Evangelio

Camilo Valverde Mudarra 

 

Sobre la Virgen María, San Juan aporta tres pasajes de gran interés: 1º) El prólogo 1,13-14; 2º) Las bodas de Caná 2, 1-11; y 3º) Al pie de la cruz 19, 25-27. En ellos centramos nuestra atención. San Juan, discípulo a quien Jesús proclamó “hijo” de María, cuando se la confió desde la cruz, expresa su solicitud y predilección por la Santísima Virgen y, así, le concede gran preeminencia en sus páginas. Todo su evangelio está abrazado por la Madre del Señor: con ella lo comienza y con ella lo termina.


Y el Verbo se hizo carne, 
y habitó entre nosotros
y nosotros hemos visto su gloria,,
gloria cual de Unigénito, del Padre,
lleno de gracia y de verdad (Jn 1, 14).


El Verbo viene al mundo y se hace hombre por medio de su Encarnación. De modo que teniendo la naturaleza de Dios,…se anonadó a sí mismo tomando la naturaleza de siervo, haciéndose semejante a los hombres (Fil 2,6). Carne, en el sentido bíblico, significa “carne” con vida, es el hombre entero, con la fragilidad y condicionamiento inherente a la realidad de criatura (Sal 56, 5). María hace carne de su carne al Verbo, la Palabra de Dios, que existiendo desde el principio, pues vive y es en la eternidad, viene al mundo en la temporalidad; el Verbo que es descrito en su existencia eterna: “era” “existía” (1,1), actúa en un tiempo histórico: “se hizo”; a la duración eterna sucede el acto temporal: se hizo carne; es el momento en que una virgen dará a luz un hijo a quien ella pondrá el nombre de Emmanuel (Is 7,14). Una virgen que acepta gustosa con un sí incondicional y, proclamándose esclava del Señor, concibe y es madre. La encarnación entraña en sí dos conceptos de orden superior que se proclaman en la profesión de fe tradicional: “Natus est de Spiritu Sancto ex Maria Virgine” (nació del Espíritu Santo y de María Virgen). Es doctrina incuestionable de los evangelios: María es auténtica madre de Jesucristo y fue y es virgen. En su seno anidará el Verbo, el Hijo de Dios. Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado (Is 9, 5). 

María da a luz al Unigénito del Padre, el Hijo Único de Dios. El Verbo se hace carne por generación divina; no de sangre, ni de voluntad de hombre, sino de Dios fue engendrado (Jn 1,13). Es descrito con los rasgos del Mesías del A.T. (Is 7, 14; 9,5-6; 2 Sm 7,9.13). Jesús es Dios y viene de Dios. Será grande y llamado Hijo del Altísimo, dignidad que marca la íntima unión que tiene con el Padre. 

El Concilio Vaticano II, en el capítulo VIII de la Constitución Dogmática “Lumen gentium” que dedica a la Virgen, dice: «Pero el Padre de la misericordia quiso que precediera a la encarnación la aceptación de la Madre predestinada, para que de esta manera, así como la mujer contribuyó a la muerte, también la mujer contribuyese a la vida. Lo cual se cumple de modo eminentísimo en la Madre de Jesús por haber dado al mundo la Vida misma que renueva todas las cosas y por haber sido adornada por Dios con los dones dignos de un oficio tan grande. Por lo que nada tiene de extraño que entre los Santos Padres prevaleciera la costumbre de llamar a la Madre de Dios totalmente santa e inmune de toda mancha de pecado, como plasmada y hecha una nueva criatura por el Espíritu Santo. Enriquecida desde el primer instante de su concepción con el resplandor de una santidad enteramente singular, la Virgen Nazarena, por orden de Dios, es saludada por el ángel de la Anunciación como llena de gracia (cf. Lc 1,28), a la vez que ella responde al mensajero celestial: He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra (Lc 1,38).