Dios te salve, María... 

Padre Sergio G. Román 

 

Lc: 1, 26-38 

El peregrino que visita la Tierra Santa acude con devota emoción a Nazaret, el hogar de la Virgen María, el lugar donde todo un Dios se hizo hombre en el seno virginal de una muchachita nazarena. Allí está la casa de María, semiexcavada en la roca como era y es la costumbre de aquellos lugares y completada por una construcción en piedra amarilla ya en ruinas. 

Los primeros cristianos guardaron celosamente ese lugar que siempre estuvo dedicado al culto. Un graffiti del siglo I descubierto en las excavaciones arqueológicas nos dice, en griego “Xaire María”, Dios te salve, María. 

Sobre la casita de la Virgen se alza hoy una bellísima basílica construida en 1955 por el arquitecto Giovanni Muzio, quien se negó a cobrar por su trabajo como signo de su devoción mariana. Una cúpula en forma de azucena invertida cubre nuestra amada reliquia. Allí, con los ojos de la imaginación iluminados por la fe, podemos contemplar la escena del arcángel Gabriel anunciando a María que sería Madre del salvador. Admirable Padre Dios Movido por ese amor tan grande al ser humano, Dios planeó nuestra historia de la salvación. Su plan es una obra de arte, que si Dios no fuera eterno, diríamos que le costó mucho tiempo de trabajo, nada menos que desde la expulsión Adán y Eva del paraíso, hasta la plenitud de los tiempos. 

Pues todo ese maravilloso y cuidado plan divino, estuvo, por un momento, sujeto a la voluntad de una chiquilla nazarena que pudo haber dicho que no y dijo “sí”. ¡Maravilloso Dios que respeta tanto la voluntad del hombre! Y María dijo “sí” Y cuando María pronunció aquellas palabras “hágase en mí según tu palabra”, decidió, para bien, la suerte de la humanidad. Las letanías la llaman “Puerta del Cielo”, y aquí en la ciudad de México hay un templo dedicado a la Puerta del Cielo, “Porta Coeli”, para recordarnos que a través de ella vino Jesús al mundo. 

La Misma Virgen, bajo la advocación de Guadalupe, fue puerta para que Cristo fuera aceptado por el pueblo mexicano. “A Jesús por María” nos dicen los jesuitas en su lema, y es muy cierto: la humanidad agradece a la Virgen la generosidad de su respuesta, porque por ella se realizó nuestra salvación. 

El plan de Dios Cuando la Virgen aceptó ser madre del salvador comenzó a realizarse el plan amoroso de nuestra salvación. Jesús se hizo hombre en el dulce vientre de María, pero, a diferencia de todos los demás humanos que comenzamos a existir en el momento de la concepción, Jesús ya existía desde la eternidad como Dios eterno. “En el principio existía el Verbo, _nos dice San Juan en el prólogo de su Evangelio_ y el Verbo era Dios”. Por eso llamamos los católicos a María “Madre de Dios”, comprendiendo que ella fue madre de Jesús hombre, pero Dios desde antes de su concepción. 

Porque Dios se hizo hombre, el hombre es elevado a la categoría de hijo de Dios en Cristo Jesús, y participa de la misma divinidad a través de la gracia santificante que recibe en el bautismo. Porque Dios se hizo hombre, el hombre pudo ofrecer a Dios un sacrificio único por todos los pecados, de todos los hombres, de todos los tiempos, y así dejar saldada la deuda. 

Porque Dios se hizo hombre, el hombre nace a la esperanza de un cielo nuevo y de una tierra nueva de la que es coheredero con su hermano Jesús, hombre como todos los hombres, pero Dios infinito, Hijo primogénito del Padre. Porque Dios se hizo hombre, nos hermanó a todos los hombres con él y nos hizo miembros de una sola familia, y podemos llamar a su Padre, “Padre nuestro”, y a su Madre “¡Madre nuestra”! Maravillosa fraternidad humana que va más allá de compartir una misma naturaleza humana y que se engrandece por los lazos divinos que da la gracia. Gracias, María Gracias, María, gentil muchachita de Nazaret, que supiste vencer tu temor ante lo divino y que sacaste fuerzas de tu humanidad, plena de gracia, para dar tu generosa respuesta a la vocación divina. 

Gracias por ser signo de una humanidad abierta a la acción de Dios, por ser la mujer abierta a la vida, la llena de confianza en lo que Dios quiere y la incondicional colaboradora de sus planes. En ti nuestra humanidad se honra y se enriquece con tu gloria. Gracias porque al aceptar ser Madre de Jesús, aceptaste ser, también, Madre de todos los hombres. 

Fuente: desdelafe.com.mx