Segunda homilía sobre la Dormición

San Juan Damasceno

 

“Puesto que Cristo que es la Vida y la Verdad dijo: Donde yo estoy, estará también mi servidor (Jn 12,26), ¿cómo no iba a participar de su morada con mayor razón su madre?... Puesto que el cuerpo santo y puro, que el Verbo divino había asumido en ella, había resucitado de la tumba al tercer día, era conveniente también que ella fuese arrancada de la tumba y que la madre se reuniese con su Hijo. De la misma manera que él había descendido a ella, también ella, su preferida, debía ser elevada a una mansión mayor y más perfecta: hasta el mismo cielo (Hb 9,24). La que había albergado al Verbo divino en su seno debía ser domiciliada en la morada de su Hijo. Y como el Señor había dicho que habitaría en los palacios de su propio Padre, procedía que la madre habitase en los de su Hijo, en la casa del Señor, en los atrios de nuestro Dios (Sal 134,2). Porque si allí está la morada de todos los que están en la alegría (Sal 86,7), ¿dónde iba a habitar la causa de la alegría?” [1] . 

[1] San Juan Damasceno, Segunda homilía sobre la Dormición, 14, PG 96, 742 A-B; traducción en: Lecturas cristianas para nuestro tiempo, Madrid, Ed. Apostolado de la Prensa, 1972, M 42.

Fuente: Monasterio Santa María de los Toldos , Argentina