Lectio Divina

Jesús: Dios-con-nosotros

Autor: 

Lc 2, 1-14

1. Invoquemos al Espíritu Santo

¡Espíritu de vida, 
que revoloteando sobre la superficie de las aguas
de la creación
has llevado vida y belleza allí donde reinaba el caos!
¡Espíritu de vida
que guiando a Israel como columna de fuego
en la noche
has conducido a los esclavos a la libertad!
¡Espíritu de vida,
que cubriendo a María con tu sombra
silenciosa y eficaz
has llevado Dios Hijo entre los hombres!
¡Espíritu de vida,
que comunicando la luz de la Verdad
del Padre en el Hijo
nos haces capaces de confesar la fe en Jesucristo el Señor!
¡Espíritu de vida,
guíanos sobre las calles de nuestro Belén,
para descubrir en el gozo
la presencia de Dios Hijo en el hijo de María
que vive en medio de nosotros.

2. El Evangelio

I. Las promesas y la clave de lectura bíblica y litúrgica

a) Al final del camino del adviento, la espera de Dios Salvador ha llegado al culmen y se ha concentrado en los últimos días que preceden al Nacimiento, sobre la persona del hijo del que María de Nazaret ha quedado misteriosamente encinta. Como en una vista cinematográfica, las lecturas y las oraciones litúrgicas ( en la Eucaristía y en la liturgia de las Horas) tienen gradualmente concentrada nuestra mirada orante en un creciente de atención al misterio de la encarnación de Dios Hijo.

b) Después de los anuncios consecutivos de los nacimientos de Juan y de Jesús y después de la clamorosa venida al mundo de Juan, con los “extraños sucesos” que le siguieron, Lucas narra la venida al mundo de Jesús, el Mesías, y los acontecimientos maravillosos que le rodean.

c) Estamos en la cima del “evangelio de la infancia” en la versión lucana.
Los “evangelios de la infancia” responden a una exigencia precisa, que se corresponde también en el Primer Testamento (véanse los relatos del Éxodo relativos a las circunstancias del nacimiento de Moisés) y un poco en toda la literatura antigua: descubrir los signos del futuro esplendor de los grandes personajes desde su primera infancia e incluso antes del nacimiento, de modo que se comprenda mejor el destino e interpretar toda su existencia desde una luz particular.
Con respecto a Jesús, tenemos incluso en el evangelio de Mateo una sección que narra los sucesos de la infancia, pero allí se relatan acontecimientos bien diversos de los que leemos en Lucas. La particularidad de los relatos de la infancia en Lucas, que cubren los dos primeros capítulos del evangelio, está dada por los tres bellísimos cánticos (el “benedictus”, el “magnificat” y el “nunc dimittis”) ampliamente sacados de pasajes del Antiguo Testamento y adaptados por la Iglesia en las principales celebraciones de la Liturgia de las Horas, por la valorización de los personajes humildes y llenos de fe sencilla en Dios (como sucede también un poco en todo este evangelio) y por una perspectiva específica: Lucas parece ver la infancia de Jesús a partir de la persona de María que es la coprotagonista y testigo privilegiado de los sucesos referidos.

d) Dividamos el pasaje en dos partes: la narración del nacimiento (vv 1-7) y el anuncio a los pastores (vv.8-14).

II . El texto: Lucas 2, 1-14

1 Por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo. 2 Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria Cirino. 3 Iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad. 4 Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David, 5 para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. 6 Mientras estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento 7 y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el albergue.
8 Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño.9 Se les presentó el ángel del Señor, la gloria del Señor los envolvió en su luz y se llenaron de temor. 10 El ángel les dijo: «No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: 11 os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; 12 y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.» 13 Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial que alababa a Dios diciendo:14 «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace.»

3. Un espacio de silencio

para dejar que la palabra de Dios nos impregne el corazón y la mente.

* Estamos de frente al acontecimiento que es el eje de la Historia, para nosotros los cristianos. Y tan verdad es, que desde hace siglos, se pensó fijar el año cero, aquel que divide la historia en dos grandes partes, precisamente en el año que se pensaba fuese el año del nacimiento de Jesús.

* Es importante que nos paremos a mirar en la obscuridad de esta noche de Judea: la luz más bella y más grande de la historia resplandece por primera vez, allí donde precisamente la noche es más profunda, donde precisamente no esperamos encontrarla. Inútil pararse en las apariencias, se necesita dejarse empapar, para poder comprender.

4. La Palabra que se nos da

Por aquellos día salió un edicto de César Augsto ordenando… todo el mundo: Se trata del célebre Octaviano, hijo adoptivo de Julio César, que dominó Roma desde el 31 a. de Cristo y a quien el Senado atribuyó el título de “Augusto” en el año 17 a. de C. Murió en el 14 d.de C. y le sucedió el hijo adoptivo Tiberio (Lc 3,1). Se recuerda el reino de Octaviano como la época de oro para Roma y sus territorios, el tiempo de la “pax romana”. Este reclamo histórico sirve al evangelista para encuadrar el nacimiento de Jesús en la historia universal y también para hacernos recordar que la época que está empezando es el tiempo de la realización de la promesa de la “paz mesiánica” que es también un tiempo de abundancia y de felicidad para todos. A nosotros, sobre la base de los conocimientos históricos modernos, da la posibilidad de corregir la fecha del año del nacimiento de Jesús, que habría sucedido entre el año 10 y el 4 a. de C.
“Aquellos días”: el término indica algo de particular importancia: empieza el tiempo de salvación.
“Toda la tierra:” se usa “oikumene” en el significado normal de su tiempo: todos los súbditos de Roma. Octaviano quiere de hecho censar los habitantes de diversas provincias.
Orígenes escribe: "En este censo del mundo entero Jesús debía ser incluido…para que se pudiese santificar el mundo y transformar el registro oficial del censo en un libro de vida”.

… Este empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria Cirino: La historia no recuerda empadronamientos en Palestina antes del año 6 d. de C. y Cirino fue nombrado gobernador de Siria (provincia romana que pertenecía a Judea) sólo después de la muerte de Herodes, que reinaba al tiempo del nacimiento de Jesús (cfr Mat 2,1). Esta dificultad para hacer corresponder la historia profana con el relato de Lucas nos hace comprender: (a) que las noticias que poseía no eran muy precisas desde el punto de vista histórico (no obstante que el evangelista declare, en su prólogo, el haberse empeñado en recoger y referir noticias históricas, (cfr 1,3-4 y (b) que a él, en efecto, interesa sobre todo dar el contorno general del suceso: el tiempo de la “pax romana”. El empadronamiento servía al emperador sólo para prever las entradas fuertes de los impuestos de la población hebraica, exoneradas del servicio militar. Para Lucas el empadronamiento es la ocasión providencial del nacimiento de Jesús en Belén.
El procedimiento descrito se recuerda en el censo querido por Roma para Egipto. La perspectiva providencial de Lucas en el relato de los acontecimientos emerge también del hecho que José lleva consigo a María: las mujeres no debían hacerse registrar, por lo que la joven doncella se podría haber quedado en Nazaret.
A los reyes hebreos, por el contrario, les estaba prohibido por Dios proclamar empadronamientos (cfr 1Cro 21, 1-18).

José, por ser él de la casa y familia de David subió... a la ciudad de David llamada Belén: Normalmente, “ciudad de David” se usa para indicar Jerusalén. Lucas hace referencia a 1Sam 16, 1-13 y Mic 5, 1: David el fundador de la casa real de Judá, provenía de la pequeña ciudad de Belén, donde viene señalado por el Profeta Samuel y recibe de él la primera consagración real.
Según el evangelista, José ¿es miembro del ramo principal de la familia davídica? Las palabras usadas y el fuerte resalto de ellas lo hacen pensar. De todos modos, José cumple una función especial, aun siendo solamente padre de Jesús jurídicamente: mediante su paternidad Jesús viene entroncado en la descendencia davídica y , por tanto, es el Mesías real en el cual se realizan las profecías (cfr 2Sam 7, 8-17).

... con María su esposa, que estaba encinta: Haciéndola viajar con José, Lucas muestra que ella está considerada a pleno título legal miembro de la familia davídica.
Como en 1, 27, Lucas usa una palabra que en español puede ser la novia o esposa prometida. Quizás es un modo de indicar que José no es el padre del que va a nacer.

... su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre: Lucas da sencillamente la noticia de la venida al mundo del Mesías davídico. Usa “primogénito” y no “unigénito”, porque le interesa indicar que él, como todos los primogénitos machos de Israel, está consagrado al Señor y goza de particulares derechos, especialmente el de ser el cabeza de la descendencia (cfr Ex 13,2.12.15).
Pero Jesús es también el “primogénito entre muchos hermanos” (cfr Rm 8,29). Las señales de los cuidados de María, como de toda madre hebrea del tiempo, son también los signos indicados a los pastores por el ángel. (1,12).

Porque no tenían sitio en el albergue: “Albergue” se podría traducir también “sala de los huéspedes” o “estancia”. Para “albergue” o “mesón”, Lucas usa otro término (ejemplo en 10,34). Por eso, la frase debería sonar: “no disponían de espacio en la estancia”, que probablemente era un vasto ambiente construido aprovechándoel hueco de una gruta, usada como establo para animales domésticos.

Había en la comarca unos pastores: Primeros destinatarios del evangelio, feliz y buena noticia de la fidelidad de Dios a las promesas y de su presencia salvífica en medio a los hombres son algunos pastores. Ellos, obligados por exigencias de su trabajo, de sus traslados y cuidados de los rebaños estaban considerados como personas infieles a las obligaciones impuestas por la Ley, hombres no dignos de estima y de confianza. Su testimonio no era aceptado normalmente por los tribunales hebreos. El anuncio, por tanto, está dirigido a “pobres”, los últimos en la escala socio-religiosa, siguiendo una orientación a la que Jesús será muy fiel en su predicación.

Un ángel del Señor....: En las tradiciones primitivas del Antiguo Testamento, los ángeles se distinguen difícilmente de Dios (Gen 16, 7-13); el fin principal de su presencia es el de ser mediadores entre Dios y los hombres, salvaguardando la transcendencia de Dios. En el Nuevo Testamento tienen un papel importante (por ejem. Mt 1, 20-24; Lc 2,9-15; Jn 20.1-13): están al servicio de la salvación de la humanidad (Heb 1,14).
Aquí se presentan como verdaderos y propios “anunciadores” del evangelio del nacimiento humano de Dios Hijo: la gloria de Dios se manifiesta en el cielo, al menos por algunos instantes, sobre la tierra desaparece en la cuotidianidad de una existencia que aparece igual a cualquier otra.

... pues os anuncio una gran alegría: Con el v.8 la escena cambia del ámbito íntimo-familiar del nacimiento de Jesús a su revelación pública, delante de los primeros testigos: los pastores. El corazón de esta segunda parte del pasaje es: “No temed, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David un salvador, que es el Cristo Señor; (vv. 10-11).
El mensajero divino declara ante todo sus intenciones: él anuncia una gran “alegría” que no se da sólo a los pastores, sino a todo el pueblo. Aparece por primera vez aquí la palabra “evangelio” y vuelve, justamente unido a este término, el tema de la alegría que es el objeto directo de la buena noticia: la palabra alegría se extiende como un hilo rojo a través de toda la obra de Lucas. Si seguimos este hilo hacia atrás, vemos que a Zacarías les son prometidas “alegría” y “regocijo”, “muchos se alegrarán” por el nacimiento de Juan con motivo de la “historia” que Dios está comenzando con su pueblo (1, 14). 
Encontrándose con María, el niño de Isabel, salta de gozo en su seno (1, 44)
La razón y el contenido de esta “gran alegría” es, en este caso, el mensaje de la Navidad, porque Jesús, “Dios ha visitado y redimido a su pueblo” (1, 68), se ha preocupado por la humanidad perdida “como había prometido a los padres y profetas” (1, 5), ha demostrado su benevolencia por los hombres sus hijos.
El gozo es uno de los efectos esenciales de los milagros de Jesús. Los 72 discípulos que vuelven de la misión llenos de alegría y de orgullo por haber vencido a los demonios, se les dice: “No os alegréis sin embargo porque los demonios se os hayan sometidos, alegraos más bien porque vuestros nombres están escritos en los cielos” (10,20)
Lo que es verdaderamente importante es que Dios en persona trata misericordiosamente a quien está perdido. Por esto se hace gran fiesta en el cielo, por todo pecador que se convierte. También la conversión, por esto, es alegría: todo el capítulo 15 de Lucas es una continua invitación de Jesús a alegrarse con Él porque el hijo perdido vuelve al Padre (15, 7.10.32)
En fin, vemos que incluso la conclusión del evangelio de Lucas vibra de una alegría incontenible (24, 41.52) y que hay alegría , la que se narra en los Hechos, probada por los Apóstoles en ocasión de los ultrajes y persecuciones, la misma alegría que Jesús anuncia en el discurso de las bienaventuranzas: “...pero ellos [Pedro y Juan] salieron del Sanedrín llenos de júbilo por haber sido ultrajados por amor del Nombre de Jesús” (At 5, 41; cfr Mt 5,10-11).
¿Pero en qué consiste la alegría del creyente? Ciertamente no en un sentimiento que “se tiene”, "se siente" o se puede “demostrar”; es una dimensión de serenidad y felicidad profundas que tiene sus raíces en la certeza de la presencia fiel de Dios, es el gozo “en el Señor” del que habla Pablo en sus cartas: “Por lo demás, hermanos míos, esta alegres en el Señor” (Fil 3,1); “El Dios de la esperanza os llene de todo gozo y paz en la fe” (Rm 15,13).
Esta es alegría en la fe, aun a través de luchas y temores de todo género y atiende confiada a su Señor resucitado (Jn 16, 21-23). Como tal es el gozo del Espíritu Santo (cfr Rm 14,17; Gal 5,22).

5. Oremos: Salmo 138 (137)

Alabando a Dios fiel y misericordioso 
que nos ha dado a su Hijo

Te doy gracias, Yahvé, de todo corazón,
por haber escuchado las palabras de mi boca.
En presencia de los ángeles tañeré en tu honor,
me postraré en dirección a tu santo Templo.
Te doy gracias por tu amor y tu verdad,
pues tu promesa supera a tu renombre.
El día en que grité, me escuchaste,
aumentaste mi vigor interior.
Te dan gracias, Yahvé, los reyes de la tierra,
cuando escuchan las palabras de tu boca;
y celebran las acciones de Yahvé:
«¡Qué grande es la gloria de Yahvé!
¡Excelso es Yahvé, y mira al humilde,
al soberbio lo conoce desde lejos!»
Si camino entre angustias, me das vida,
ante la cólera del enemigo, extiendes tu mano
y tu diestra me salva.
Yahvé lo hará todo por mí.
¡Tu amor es eterno, Yahvé,
no abandones la obra de tus manos!

6. Concluyamos

Alabando ahora al Padre, utilizando las palabras de la liturgia de la Navidad: lo que los ángeles hacen en la eternidad, nosotros podemos y debemos hacerlo en el tiempo, expresando también nuestra felicidad porque Dios Hijo se ha hecho nuestro hermano:
Es verdaderamente cosa buena y justa, nuestro deber y fuente de salvación, darte gracias siempre y en todo lugar a Ti, Señor, Padre santo, Dios omnipotente y eterno.
En el misterio del Verbo encarnado ha aparecido a los ojos de nuestra mente la luz nueva de tu fulgor, para que, conociendo a Dios visiblemente, por su medio seamos arrebatados al amor de las realidades invisibles.
Y nosotros, unidos a los Ángeles y a los Arcángeles, a los Tronos y a las Dominaciones y la muchedumbre de los coros celestiales, cantamos con voz incesante el himno de tu gloria: Santo, Santo, Santo, a Aquel que nos ama desde la eternidad y nos conduce a la salvación donándonos su propia divinidad invisible.

Fuente: ocarm.org