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Lectio
Divina
María y José encuentran a Jesús entre los doctores del templo de Jerusalén
Autor:
Lc 2,
41-52
1.
Oración inicial
¡Padre que estás en los cielos! Tú eres mi creador, me acoges a
través de Jesús tu Hijo, me guías con tu Espíritu Santo. Abre mi
mente para que pueda comprender el sentido de la vida que me has
dado, el proyecto que tienes sobre mí y sobre los que has puesto a
mi lado. Inflama mi corazón para que pueda adherirme con gozo y
entusiasmo a tu revelación. Refuerza mi débil voluntad, hazla
disponible para unirse a los otros para cumplir juntos tu voluntad y
así hacer del mundo como una familia, más semejante a tu imagen.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén
2. Lectio: Lectura de Luca 2,41-52
41 Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la
Pascua. 42 Cuando cumplió los doce años, subieron como de
costumbre a la fiesta. 43 Al volverse ellos pasados los días, el
niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo su padres. 44
Creyendo que estaría en la caravana, hicieron un día de camino, y
le buscaban entre los parientes y conocidos; 45 pero, al no
encontrarle, se volvieron a Jerusalén en su busca.
46 Al cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado en
medio de los maestros, escuchándoles y haciéndoles preguntas; 47
todos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y
sus respuestas. 48 Cuando le vieron quedaron sorprendidos y su madre
le dijo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo,
angustiados, te andábamos buscando.» 49 Él les dijo: «Y ¿por
qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de
mi Padre?» 50 Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio.
51 Bajó con ellos, vino a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre
conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón. 52 Jesús
crecía en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los
hombres.
3. Momento de silencio
para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar
nuestra vida.
4. Meditatio: Algunas preguntas
para orientar la meditación y la actualización.
¿Por qué el evangelista Lucas narra este episodio de la vida de
Jesús? ¿Cuál es el culmen, el centro del pasaje? Llega el momento
en el que las relaciones familiares (comunitarias) son tensas y
difíciles, surgen incomprensiones. ¿Buscamos la autonomía y la
independencia? ¿Qué es lo que llega a ser lo más importante a un
cierto punto de nuestra existencia? Los afectos, las relaciones, la
afirmación de sí mismo, los valores, los negocios, la moral, ¿se
pueden ordenar jerárquicamente? Cuando la familia (una comunidad
multiétnica), como a veces hoy se puede encontrar, es “ampliada”
con padres casados de nuevo, hijos e hijas, hermanos y hermanas,
abuelos y abuelas, parientes del padre o de la madre, ¿sobre qué
punto firme se puede apoyar? ¿Hay que someterse a alguno o toca
rebelarse?
5. Una clave de lectura
Nos encontramos en los así llamados relatos de la infancia según
Lucas (cap. 1-2) en los versículos finales. Un prólogo teológico
y cristológico más que histórico, en el que vienen presentado los
motivos que se harán después frecuente en la catequesis de Lucas:
el templo, el viaje a Jerusalén, la filiación divina, los pobres,
el Padre misericordioso, etc. Con una lectura retrospectiva, en la
infancia de Jesús ya aparecen los signos de su vida futura. María
y José conducen a Jesús a Jerusalén para participar en una de las
tres peregrinaciones ( en la Pascua, en Pentecostés, y para la
fiesta de las Cabañas) prescriptos por la ley (Dt 16,16). Durante
los siete días legales de fiesta la gente participaba en el culto y
escuchaba a los Rabinos que discutían bajo el pórtico del Templo.
“El niño Jesús se quedó en Jerusalén”, la ciudad que el
Señor ha escogido para su sede (2Re 21,4-7; Jer 3,17; Zc 3,2),
donde está el Templo (Sal 68,30; 76,3; 135,21), único lugar de
culto para el judaísmo (Jn 4,2). Jerusalén es el lugar en el que
“todo lo que fue escrito por los profetas se cumplirá” (Lc
18,21), el lugar de su “despedida” (Lc 9,31.51; 24,18) y de las
apariciones del resucitado (Lc 24,33.36-49). Los padres “se
pusieron a buscarle” con ansia y angustia (44.45.48.49). ¿Cómo
es posible perder un hijo, no caer en la cuenta que Jesús no va en
la caravana? ¿Es Cristo el que debe seguir a los demás o al
contrario? “Después de tres días” termina la “pasión” y
encuentran a Jesús en el Templo, entre doctores, enseñando, entre
el estupor general. Comienzan a desvelarse las características de
su misión, que encuentran su compendio en las primeras palabras
pronunciadas por Jesús en el evangelio de Lucas: “¿Por qué me
buscabais? ¿No sabíais que yo debo ocuparme de las cosas de mi
Padre?” Pero ¿quien es su padre? ¿Por qué buscarlo? Es el mismo
Padre de las últimas palabras de Jesús, según Lucas, en la cruz
“Padre, en tus manos entrego mi espíritu (23,46) y en la
ascensión al cielo “Y yo os mandaré lo que mi Padre ha prometido”
(24,49). Ocurre , ante todo, que se debe obedecer a Dios, como bien
lo había entendido Pedro, después de Pentecostés (At 5,29),
buscar el Reino de Dios y su justicia (Mt 6,33), buscar al Padre en
la oración (Mt 7,7-8) buscar a Jesús (Jn 1,38) para seguirlo.
Jesús declara su independencia – “yo debo” – cuando se
refiere al Padre celestial. Él lo hace conocer en su inmensa bondad
(Lc 15), pero con todo crea una distancia, una rotura, con respecto
a los suyos. Antes de los lazos afectivos, de la realización
personal, de los negocios...está el proyecto de Dios.
"¡Padre, si quieres, aparta de mi este cáliz! Pero no se haga
mi voluntad”. (Lc 22,42) . Para la madre María empieza a
realizarse la profecía de Simeón (Lc 2,34), “pero ellos no
comprendieron”. La incomprensión de los suyos es también la de
los discípulos cuando el anuncio de la Pasión (18,34) ¿Rebelarse?
¿Someterse? ¿Irse? Jesús “vino a Nazaret y vivía sujeto a
ellos” dice Lucas, y María “conservaba todas estas cosas en su
corazón”. La conducta de María expresa el desarrollo de la fe de
una persona que crece y progresa en la inteligencia del misterio.
Jesús revela que la obediencia a Dios es la condición esencial
para realizarse en la vida, por un camino de participación en la
familia y en la comunidad. La obediencia al Padre es lo que nos hace
hermanos y hermanas, nos enseña a obedecer el uno al otro, a
escucharnos, a reconocer el uno en el otro el proyecto de Dios. En
este clima se crean las condiciones para crecer “ en sabiduría,
edad y gracia delante de Dios y de los hombres “ y caminar juntos.
6. Oratio: Salmo 83 (84)
Canto del peregrino
¡Qué amables son tus moradas,
Yahvé Sebaot!
Mi ser languidece anhelando
los atrios de Yahvé;
mi mente y mi cuerpo se alegran
por el Dios vivo.
Hasta el gorrión ha encontrado una casa,
para sí la golondrina un nido
donde poner a sus crías:
¡Tus altares, Yahvé Sebaot,
rey mío y Dios mío!
Dichosos los que moran en tu casa
y pueden alabarte siempre;
dichoso el que saca de ti fuerzas
cuando piensa en las subidas.
Al pasar por el valle del Bálsamo,
lo van transformando en hontanar
y las lluvias lo cubren de bendiciones.
Caminan de altura en altura,
y Dios se les muestra en Sión.
¡Yahvé, Dios Sebaot, escucha mi plegaria,
hazme caso, oh Dios de Jacob!
7. Contemplatio: Oración final
Te damos gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque me has
revelado tu bondad y tu amor. Eres verdaderamente el Único que
puedes dar pleno sentido a mi vida. Amo a mi padre, pero Tú eres el
Padre; amo a mi madre, pero Tú eres la Madre. Aunque no hubiese
conocido el amor de mis padres sé que tú eres el Amor, estás
conmigo y me esperas en la morada eterna, preparada para mi desde la
creación del mundo. Haz que, junto conmigo puedan cumplir tu
voluntad también mis familiares, hermanas y hermanos, todos los que
hacen un camino comunitario conmigo y así anticipar en esta tierra
y después gozar en el cielo las maravillas de tu amor. Amén.
Fuente:
ocarm.org
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