|
María figura principal del Adviento
Padre Antonio Díaz Tortajada
Lc
1, 39-45
1. No
hay en la vida del creyente otra fuente de mayor alegría que la fe.
El domingo pasado la alegría ocupaba el centro de nuestra reflexión.
Pero podemos comprobar hoy que, viéndolo bien, es una actitud
permanente en aquellos que, como María e Isabel creen y esperan en
Señor.
El profeta Miqueas, profeta del siglo VIII y contemporáneo de
Isaías, a pesar del los motivos que tendría para ser pesimista, pues
quienes tienen el encargo de cuidar del pueblo —el rey, los
sacerdotes, los profetas mismos— no hacen más que ver por sus
propios intereses, anuncia en la esperanza que Dios mantendrá su
fidelidad para con su pueblo y el signo de ello es que hará surgir
un soberano que, como David, vendrá de las clases más humildes y
realizará plenamente los planes de liberación, paz y bienestar para
su pueblo.
Dios marcará un nuevo comienzo al designar de nuevo a Belén como el
lugar del nacimiento de un futuro rey. Belén es la más
insignificante de las ciudades de Judá, pero tendrá el honor de
darnos al Mesías prometido por los profetas, aquél que debe extender
el Reino de Dios, de paz y de amor, hasta los confines de la tierra.
2. En el Nuevo Testamento, el autor de la carta los Hebreos,
polemizando contra la ley antigua por imperfecta e ineficaz par
alcanzar la salvación, especialmente refiriéndose a los sacrificios,
coloca en labios de Jesús unas palabras que dan el sentido a su
entrada al mundo mediante la encarnación como un acto de obediencia
y de fiel cumplimiento del proyecto salvífico del Padre. El autor
asegura que el sacrificio de Cristo ha hecho obsoleto cualquier otro
tipo de sacrificio, pues con su muerte en la cruz, en obediencia a
su Padre, nos ha alcanzado definitivamente la salvación.
En el evangelio que acabamos de escuchar, san Lucas pone en camino
el evangelio en el que María, la madre de Jesús, tiene mucho que
ver. Podríamos decir que Lucas es el evangelista de los caminos. En
su obra, todo está en camino, la misma buena noticia está en proceso
permanente.
Precisamente que María se encaminó presurosa a un pueblo de las
montañas de Judea. Lo maravilloso es que es ella quien pone en
camino a su Hijo para el encuentro con su pariente Juan el Bautista.
3. En este domingo tenemos a María como figura principal del
Adviento. Ella es modelo, imagen y protagonista de la última etapa
de la salvación que echa a andar con su respuesta a la escucha de la
Palabra. María no sólo escucha y conserva la Palabra en su corazón,
sino que es también portadora de la salvación que la Palabra produce
en quien está abierto a recibirla, como es el caso de Isabel que,
llena del Espíritu, la acoge y reacciona con una exclamación alegre
y también llena de fe: ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el
fruto de tu vientre!
La Palabra, que está en proceso de encarnación, produce, así sus
primeros frutos, gracias a la disponibilidad de María, pues Isabel
se siente gratamente sorprendida del gesto amable y servicial al
grado de que se siente interpelada, conmocionada, pues pregunta:
¿quién soy yo?
Esta pregunta de Isabel es la pregunta existencial e inicial de la
conversión ante la experiencia del amor de Dios experimentado en la
vida por aquellos que se abren a la oferta misericordiosa de un Dios
que sale al encuentro de los hombres que lo buscan con sincero
corazón. Ésta es la primera pregunta que se hace quien está abierto
a la obra de Dios, pues ella lo sitúa en la justa dimensión de
criatura frente al Dios del amor y de la misericordia infinita.
Esta fe, que brota de la experiencia de encontrarnos con el amor de
Dios, se transforma en una gran esperanza, la cual lanza al futuro
para verlo con alegría y optimismo: Dichosa tú, que has creído,
porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor, dice
Isabel a María, pues iluminada por el Espíritu, vislumbra, en la fe,
la trascendencia de la respuesta obediente y fiel de María. De esta
forma, Isabel entra también en esta dinámica de la fe. Por eso, mis
hermanos, podríamos también felicitar a Isabel con sus mismas
palabras porque cree, aceptando y comprometiéndose con lo que está
presenciando ante María y su Hijo.
4. La fe se da en los encuentros que Dios suscita en los caminos de
la vida de todo hombre. Después de recorrer el camino de este
Adviento que estamos por concluir, podemos estar seguros de vivir
siempre en camino para llevar la Palabra, como María, a quienes,
como Isabel, están dispuestos y deseosos de dejarse iluminar por
esta Palabra hecha carne. Las ocasiones son muy variadas.
Simplemente como María, seamos oportunos y estemos dispuestos al
servicio con todo lo que somos y tenemos. Lo demás es obra del
Espíritu, tal como sucede en la respuesta de Isabel.
¡Dichosos nosotros que hemos creído! ¡Dichosos, todavía más, si
otros llegan a creer por nuestro testimonio vivo de fe! Contemplando
la fe de estas santas mujeres, pidamos su auxilio para perseverar en
el noble oficio de ser portadores de la Palabra de Dios que salva.
Fuente:
betania.es
|
|